Conquistando la Euroliga


Cambian las trayectorias como el viento caprichoso, aunque todo suele tener una explicación. Tantas veces el Real Madrid frustrado en un pasado no tan lejano, donde cada proyecto que intentaba asomar era guillotinado por el rodillo azulgrana, una y otra vez, humillaciones que escocían y desesperaban. 

De repente toma las riendas un tipo en el que pocos confiaban, perfil bajo, humildad y sentido común por bandera. Y Pablo Laso, que nunca fue la primera opción para el banquillo blanco, tan sencillo por fuera, tan valiente en su apuesta, logra el imposible, mutar la hegemonía, mandar a Barcelona la sensación de derrota. Más cruel si cabe anoche en el Carpena. 

Porque más que una Copa, la canasta de Llull supuso la reafirmación de una idea, la recompensa a una propuesta sin especulaciones, el premio a un principio de temporada inolvidable. De culminación se podrá hablar en cualquier caso si este grupo es capaz de devolver al club parte de su historia con la reconquista de la Euroliga dentro de nada en Milán. 

Porque, irremediablemente, lo de ayer, pese a que será inolvidable, sólo supone un escalón más en la travesía blanca, inmaculado su camino a Ítaca, aunque sólo será leyenda si se corona con el éxito que le reconcilie con su historia, la Euroliga que se escapó por tan poco el curso pasado y que aparece en el horizonte casi como una obligación. 

Como una «obsesión», según confesaba Mirotic y piensa alguno más. Porque aunque este equipo, joven en su mayoría, posea más futuro que pasado, nunca se sabe. «El grupo que hay es fantástico y la oportunidad que tenemos en los próximos años pienso que no la podía desperdiciar», decía Sergio Rodríguez, el comienzo de todas las cosas sobre la cancha, tras su renovación hasta 2018. 

El chicharrero, Llull, Rudy Fernández, e incluso los americanos, parecen firmes en el propósito de continuidad. Pero se antoja imposible contener el salto de Mirotic a la NBA o parar el tiempo a Felipe Reyes, que cumple 34 años. 


Por eso la Euroliga no se puede esquivar y también porque sería una cumbre romántica del propio baloncesto. Si el éxito contagia, que el resto se mire en el espejo de Laso, en el juego sin complejos, sin corsés. La Copa es el tercer gran título del técnico vitoriano, además de dos Supercopas para completar el repóquer, en dos cursos y medio. 

El otro gran éxito es el 37-1 que encabeza su actual hoja de servicios, que debe ser trampolín en Europa, donde llegó el único borrón, en Moscú. «En el vestuario somos un poco frikis y ya estábamos pensando en el partido del jueves», confesaba Laso, uno de los tipos más felices del mundo anoche. 

Decisiva la visita al Lokomotiv Kuban, aunque no parece difícil adivinar que el Madrid será primero o segundo del Top 16, con lo que se aseguraría factor cancha en el temible, sí o sí, cruce de cuartos. Allí aparecerá Barça, Olympiacos, Panathinaikos o Fenerbahce, uno de los cuatro con casi total seguridad, y ese será el gran Rubicón antes del regreso a una Final Four, la tercera en cuatro años, impensable hace no tanto.
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El Real Madrid arrasa al CAI


La igualdad duró apenas el primer cuarto, lo que tardó el Real Madrid en tocar a rebato, en desprenderse del corsé al que le intentó aferrar el CAI, en ponerse en las manos de Sergio Rodríguez, dos velocidades más, y el baloncesto se convierte en un asunto circense. 

Slaughter y Felipe Reyes elevaron entonces el nivel defensivo en la pintura y se precipitaron las pérdidas de balón de los de José Luis Abós, que temblaban ante lo que se les venía encima. Robos y transiciones que arruinaban a los maños en un segundo cuarto en el que se divertía el Chacho, descomunal, y se disparaba irremediablemente el marcador: 48-24. Sólo un poco de maquillaje le dejó al Zaragoza con un resquicio al descanso. 

Pero el partido estaba herido de muerte. El Madrid cabalgaba desatado, en ese estado de esplendor, de tal autoconfianza, que provoca el asombro hasta de los rivales. 

Que asusta. A la vuelta de vestuarios, un parcial de 9-0 –incluido un triple imposible de Llull– remató aún más al CAI, el mismo rival al que lleva derrotando últimamente sin piedad. La máxima entonces la puso Felipe Reyes (77-48, min. 29), haciendo números en la carrera por el MVP con Rudy Fernández, Mirotic, Llull o Sergio Rodríguez. 


El último cuarto se disputó ya sin competitividad, resuelto el asunto, minutos para todos, otra vez al borde de los 100 puntos, la máxima diferencia histórica en unas semifinales de Copa, para un equipo que no puede acceder en mejor condición a la final, ganando sus dos citas en Málaga por más de 20 puntos. 

Como un tornado con apenas un pero, la facilidad con la que el cinco rival hace daño, principalmente si es Bourousis el defensor. Ayer le tocó el turno a Shermadini (19 puntos, ocho rebotes, 30 de valoración), como otros días fueron Krstic, Schortsanitis o Tavares.
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