Gasol se rompe una ceja

Pau Gasol se topó con el infortunio en la pasada madrugada. Fue en la derrota de Los Angeles Lakers en su visita a Phoenix Suns. El español, que se había perdido el anterior partido por una infección respiratoria, chocó en una jugada ofensiva con Miles Plumlee y se abrió la ceja, por lo que tuvo que irse al banquillo y ya no volvió a jugar. Su balance: 10 puntos, cuatro rebotes y tres asistencias

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El final de Ultras Sur

Si el Xativa no revienta el guión, la noche de hoy en el Bernabéu se recordará por ser el cierre de una época en el fondo sur. Tras el partido copero las cosas cambiarán, se abrirán las ventanas y entrará el aire fresco a un sector muy especial, el más caliente del estadio de La Castellana. Al menos ese es el objetivo del Real Madrid, que intentará estrenar en el primer partido de 2014 una nueva piel tras la portería de Concha Espina. El día de Reyes debería arrancar la grada joven, el revolucionario proyecto del club blanco para el fondo sur del Bernabéu. 

En el retrovisor se mezclan la pasión indiscutible de los seguidores más emblemáticos de los últimos tiempos. . Atrás quedan tifos poderosos, rimas contagiadas al resto de la afición, fervor sin descanso, el homenaje eterno a Juanito en el minuto siete de cada encuentro... 


Ahora se busca una evolución que esté al alcance de su control en el fondo sur, sin perder la esencia: el empuje permanente al Madrid. En los últimos 30 años, el frío coliseo blanco ha cogido temperatura siempre desde el mismo lugar. Ahí debe, así lo espera el club, seguir el foco principal de animación, pero con un perfil más transversal y juvenil, según ellos. Saben los gestores de la entidad que no será fácil darle un nuevo aspecto, pero la orden del presidente ha sido clara.


Los graves problemas internos de los Ultras Sur están siendo aprovechados para desmontar la estructura de su territorio en el estadio. Sólo los miembros de esta peña que no luzcan antecedentes penales podrán continuar allí a partir del próximo 6 de enero. El resto serán socios abonados menores de 35 años procedentes de otras zonas del campo y de otras peñas del equipo. 


El proceso de selección se está articulando en estos momentos y se hará público en los próximos días. Apenas hay tiempo para el casting, por lo que las Navidades se presentan animadas en las oficinas del club. Asumen que no va a ser sencillo, pero quieren conseguirlo en las próximas semanas. El objetivo es que se amplíe un área acotada hasta ahora a menos de mil localidades. 
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Cuidado Ramos


Nadie duda de su entrega y pasión por los colores, ni tampoco de su calidad, querido Sergio. Usted sigue siendo uno de los mejores centrales del mundo, de ahí que sorprenda alguna de sus últimas actuaciones.

En El Sadar fue expulsado injustamente, cierto, porque la primera amarilla nunca la mereció. Clos Gómez se equivocó en esa acción, como en el clarísimo penalti a su compañero Modric. Sin embargo, un defensa de su experiencia debería evitar gestos como el que le costó la segunda tarjeta, muy rigurosa, pero probable ante un árbitro de muñeca rápida. Capitán, el Madrid necesita su mejor versión.
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Balón de oro para Cristiano, Messi o Ribéry


Si hablamos de un premio individual para un deporte colectivo, hablamos, para empezar, de un premio imperfecto. Ni Cristiano, ni Messi, ni Ribéry, proclamados por la FIFA como los finalistas del Balón de Oro, lo serían por sus actuaciones con Portugal, Argentina o Francia, respectivamente, dos de ellas llegadas al Mundial de Brasil con apuros.

Ni siquiera el hat trick de Cristiano en Suecia puede entenderse como la razón de peso de su candidatura, sino como la guinda de una colosal obra goleadora en el Madrid, ya 226 tantos en 217 partidos oficiales. De blanco, sin embargo, le faltan los títulos de calado, la Champions, a la que hoy regresa, en Copenhague, después de un descanso preventivo. 

Sólo cuando la conquistó, con el Manchester United, levantó el trofeo, en 2008, antes de dar paso al califato de Messi, futbolista que resolvía todas las imperfecciones: era el mejor en el mejor contexto y con los mejores títulos. A esa altura, cualquier descenso provoca el pánico, por lo que la cotización del argentino no sólo se resiente por su lesión, también por las sensaciones que emite el contexto. 

Es lo justo. Por esa razón Cristiano se pregunta si ha llegado el momento de volver a levantar un trofeo que desea tanto como los demás, pero sin poner puertas a su ego. Messi no es tan distinto, sólo que donde el argentino implosiona, Cristiano explota. 

El año en que ganó el madridista, Torres fue tercero. Desde entonces, siempre ha habido un español, Xavi o Iniesta, o ambos, hasta esta edición. Se incorpora en esta ocasión Cara Cortada Ribéry, futbolista que ejemplifica al gran Bayern Múnich, campeón de los tres títulos la temporada pasada. En lo individual, está por debajo del portugués o el argentino, capaces de jugar el partido de sus equipos y el suyo propio, y no tiene una relación tan clara con el elemento que más decanta el Balón de Oro: el gol. 

Si el premio ponderara los títulos, la candidatura de Ribéry sería clara, pero el voto obedece a criterios personales, sin condicionantes, en un jurado que fusiona seleccionadores, capitanes y periodistas, producto de la compra del premio a la revista France Football por parte de la FIFA, en 2010. La tendencia es que, cuanto más próximos son los votantes al fútbol europeo, más peso tienen las conquistas colectivas. 

Iniesta fue mejor jugador de la UEFA en 2010, el año del Mundial de España, pero perdió el Balón de Oro ante Messi. Cristiano, entonces entre los cinco nominados, se preguntaba al acabar la gala en Zúrich de qué servía ganar títulos. Quizás por esa razón se observa como menos favorito de lo que cree el entorno del Madrid y señalan las apuestas. Ayer, tras el anuncio, era el favorito para Betfair. 

Ribéry está en una situación similar a la de Iniesta, puesto que ha sido nombrado mejor jugador de Europa de la pasada temporada. Michel Platini, presidente de la UEFA, aspirante a la FIFA y compatriota del delantero, ha dicho que debería pesar que lo haya ganado todo, de la misma forma que ha lamentado que ningún español haya levantado el trofeo en el gran ciclo del Barça y la selección. Incluso Joseph Blatter lo ha hecho en la intimidad, una forma de admitir las imperfecciones del premio. 

A ellas ha contribuido, y de qué forma, al ampliar el plazo de votación, cuando ya estaba cerrada, para que alcanzara a la resolución de los partidos de repesca, con dos de los candidatos inmersos en el trance. Lo que algunos círculos interpretaron como una maniobra de apoyo a los intereses de Cristiano, pudo ser, en cambio, una forma de intentar reparar los efectos de su salida de tono, al imitar al portugués en una charla con universitarios. 
El jugador le respondió en el Bernabéu, tras un gol, al realizar el saludo militar, y es que Blatter lo había comparado con un comandante, siempre tenso. Cristiano no se ha pronunciado acerca de si acudirá o no a la gala, el 13 de enero en Zúrich, pero todo indica que lo hará si tiene la certeza de que es el ganador. 

Hoy no la tiene. En otras ocasiones, se quejó por no haber sentido el apoyo del Madrid como lo tenía Messi por parte del Barcelona. Esta vez es diferente. Renovado su contrato y aplaudido en el Bernabéu, el club se ha puesto manos a la obra en la propaganda. 

Es algo que han hecho todos los equipos y sus entornos, porque entienden que aumenta el ánimo de sus estrellas y también el valor de sus activos. Pep Guardiola, el entrenador que disfrutó del mejor Messi, ha dicho que los merecimientos señalan a Ribéry, y lo mismo ha hecho Carlo Ancelotti con su jugador. 

A Messi y Cristiano los ven en el mundo más personas, y votantes, que al francés, dada la menor penetración televisiva de la Bundesliga, hecho que supone un condicionante más para un premio impredecible, sobre todo, por imperfecto.
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Tom Daley sale del armario


Tom Daley (Plymouth, 1994) se convirtió en Pekín 2008 en el segundo británico más joven en participar en unos Juegos Olímpicos. Fue séptimo. Un año más tarde se proclamó campeón del mundo, con 15 años. 

En Londres, con currículo de veterano y cara de niño, retrocedió hasta el bronce. Su carrera, alumbrada por los focos potentes pero intermitentes de los Juegos Olímpicos, volvió a ser noticia ayer por un vídeo en el que confesaba su homosexualidad. 

«Mi vida cambió radicalmente esta primavera cuando conocí a alguien. Me hace sentir tan feliz, tan seguro. Ese alguien es un chico», reconoce Daley en la grabación que compartió con los seguidores de su canal en Youtube. 

Su caso, pese a las similitudes, contrasta mucho con el de Greg Louganis, cuatro veces oro olímpico y cinco veces campeón mundial de salto, que admitió ser gay en 1995, ya retirado, en una entrevista con la popular presentadora Oprah Winfrey. 

No era el primero en anunciar su condición sexual, pero su historia adquirió notoriedad porque, al mismo tiempo, reconoció ser poseedor del VIH. A la mente de todos volvió la imagen de Louganis sangrando tras golpearse en un salto en 1988, en los Juegos de Seúl. Por entonces ya conocía su enfermedad, pero no avisó a la organización. «Puede parecer irresponsable ahora, pero no creí que algo así fuera posible», dijo años después. 

Hoy Louganis, casado hace apenas un mes, es referente dentro de un colectivo al que cada vez se suman públicamente más deportistas profesionales. Uno de los últimos: Jason Collins, que el pasado mes de abril se convirtió en el primer jugador en activo de la NBA en declararse homosexual. 

El pívot de los Washington Wizards recibió innumerables llamadas de apoyo, pero una de ellas resaltó por su simbolismo. Al teléfono estaba Tim Hardaway, un histórico de la Liga. Su llamada era el perfecto reflejo de la evolución en la tolerancia hacia los deportistas gays. En el deporte en general y en el americano en particular. Seis años antes, cuando el ex jugador John Amaechi salió del armario, las palabras de Hardaway sacudieron a todos: «Odio a los gays. No me gustan, y no me gusta tenerlos cerca, soy un homófobo».

Durante mucho tiempo el proceso fue más dramático. Roy Simmons, prototipo del jugador salvaje de fútbol americano: defensa de 130 kilos, lo vivió escondido y ocultado tras las drogas hasta su retirada en 1983. 

También el boxeador Emile Griffith, cuya frustración por no poder liberar su personalidad le llevó a matar a golpes sobre el ring del Madison Saquare Garden a Benny Paret en 1962, mientras el cubano no paraba de llamarle «maricón». Nunca logró recuperarse: «Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Pero amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida».
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Bale fue el nueve


Bale fue el nueve en el Camp Nou y el resultado fue un despropósito, porque no es de los jugadores que mejor sabe estar en el área, pero sí de los que llega con más intención a la zona erógena, al coto del delantero centro. El hat trick frente al Valladolid lo prueba, con los goles del extremo en el área, por rechaces o por remate, sea como sea. Incluso el que no fue suyo lo trazó para Benzema con su sextante. El galés puede jugar su partido y el partido de un Madrid en claro crecimiento, más dominante, más coral. En su mejor día, jugó ambos. 

La ausencia de un futbolista como Cristiano nunca puede considerarse como algo positivo, por supuesto. Pero de la misma forma que las derrotas permiten descubrir en ocasiones defectos ocultos por resultados inflamados, por el fuego, es interesante analizar el comportamiento de un equipo cuando pierde el mascarón de proa.

 Le ha sucedido al Madrid, por ahora en dos partidos y medio, como al Barcelona, lamentablemente por más tiempo, pero la reacción de los dos colosos ha sido diferente. Uno progresa, mantiene la pegada, con 12 tantos sin Cristiano, desde que se retiró en Almería (dos partidos y 36 minutos), en paralelo a su salto en el juego. El otro se atasca, enredado, ofuscado por los debates. El líder es el segundo, pero quienes le siguen desde la capital ha encontrado la velocidad de crucero de los campeones. Atentos. 

Cuestionar lo anterior es fácil. Basta con apelar a la debilidad del Valladolid, en crisis y sin sus tres mejores jugadores, posiblemente, Víctor Pérez, Óscar y Ebert. Es verdad, como también lo era que en temporadas anteriores el Madrid se veía sometido por conjuntos similares, inferiores, a largos periodos de dominio en el juego hasta que llegaban los truenos desatados por el contraataque. Eso es lo que ha cambiado: ahora marca y manda. 

Ése era el objetivo de Ancelotti, que tras un tiempo de dudas encuentra la horma. Tampoco sería justo decir que la fatal lesión de Khedira ha influido, pero de alguna forma ha obligado al entrenador a experimentar no sólo con otros jugadores, sino con variantes de un sistema, el 4-3-3, al que se veía obligado por las características de Cristiano y Bale, jugadores de banda y verticales. La transición al 4-2-3-1 permite conservarlos en su lugar y, al propio tiempo, introducir a Isco en el centro, liberado de las obligaciones que tenía en el primero de los esquemas. 

El Madrid gana pase, imaginación e imprevisibilidad, y gana gol. El Bernabéu lo aprecia y aplaude cada media verónica del malagueño como la extenuante recuperación de un balón. Lo técnico no está reñido con lo racial. 

Sin embargo, nada de todo esto habría encontrado un efecto tan terapéutico para el Madrid sin el regreso de Xabi Alonso. Frente al Valladolid, pese a no verse exigido en lo defensivo, su aportación al equilibrio y al juego ofensivo fue notable. Tiene un concepto tan alto de la posición, que suyos son la mayoría de los rechaces. Además, dio dos de los mejores pases interiores al área y generó ocasiones, al margen de los goles, todos producto de remates de nueve puro. Sólo uno, en cambio, fue de Benzema. El resto, para Bale. El francés, también en el área pequeña, pudo anotar otro más, pero el linier de Pérez Montero señaló mal un fuera de juego de Carvajal, el hombre del pase. 

El galés es por encima de todo, un goleador. No tiene sólo el disparo, sino el instinto de acudir al lugar donde puede aparecer la oportunidad. Ahí estaba cuando rechazó Mariño un disparo de Di María, en el primer tanto, o Rueda hizo lo propio, en el tercero. En el cuarto, inició la contra con su potente arrancada en el campo del Madrid y acabó por cerrar el encuentro en el rectángulo pequeño opuesto. De libro. Benzema, por su parte, marcó el segundo tanto de la noche después de que el galés le indicara con su pase el punto del remate. 

Cuando decidió Ancelotti dar minutos y descansos, ya con el marcador vencido, no le tocó salir a Bale, sino a Di María, que ha pasado a la suplencia por competencia, no por deméritos. El argentino se situó en la izquierda, porque el técnico prefiere no alterar la posición del galés en la derecha. Di María fue intenso y profundo en el arranque, y buscó el gol como lo hizo Sergio Ramos, con tres remates en el área, en los primeros minutos. Quería el central reafirmarse después del error contra el Galatasaray, en mitad del río revuelto de su renovación. El único rumbo posible está en la hierba. 
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