Jorge Lorenzo se rompe la clavícula
Como hace un año, la trampa para Jorge Lorenzo estaba en Assen, esta vez en una recta cualquiera de un entreno cualquiera. Bajo la lluvia, sobre los charcos, y esas resbaladizas líneas blancas como cepos ocultos, como una cáscara de plátano sobre el asfalto. Pero lo de ayer no fue una broma para el campeón; fue una caída dura y con consecuencias.
En sus propias palabras, ya no es el «descerebrado» de sus inicios. A Lorenzo le rondan las caídas como fantasmas. Las rumia, le inspiran respeto, le asusta el dolor. En sus últimos tiempos extremó sus precauciones, elevó su fiabilidad y protestó enérgico contra los que, como él en sus comienzos, se refugian en la agresividad sobre la moto. Su estallido contra Marc Márquez en Jerez fue rabia por la derrota, pero también un canto a la prudencia del que ya observa los lances de carrera como un veterano. Lo mismo que cuando, hace justo un año, Álvaro Bautista le arruinó también en Holanda, en el único borrón (junto al de Valencia, aunque ahí ya era campeón) de toda la temporada.
El mediodía en La Catedral se pobló de nubes negras. Regresó el dolor a los huesos de Lorenzo, rota la clavícula izquierda, la misma que en 2005 y 2006 se había quebrado ya por dos veces (Montmeló y Valencia), la misma por la que pasó por el quirófano en 2009 para que le extrajesen un placa de titanio de las anteriores intervenciones. Lo supo el balear nada más reconocerse. Había salido despedido violentamente de su Yamaha a 238 km/h (según los datos de la propia escudería), por orejas, después de que perdiera el control en la salida de la curva 13, cuando aceleraba bajo la lluvia, «demasiado confiado». Una dura costalada sobre la parte izquierda de su cuerpo. Cuando se levantó se sujetaba con mimo el brazo, aunque también le dolía el campeonato.
Porque resbala en plena ascensión, tras dos victorias seguidas (Mugello y Montmeló), a sólo siete puntos ya del líder Pedrosa. Será un cero en Assen y suerte que pueda estar listo para Sachsenring (14 de julio). Un agujero negro para el piloto perfecto en su trazado «preferido», que basaba su incansable lucha contra la pareja de la superior Honda –no le vendría mal el despertar de su compañero Rossi– en eso precisamente, en no fallar nunca. «Lo siento por Jorge, es un poco de mala suerte. Estaba haciendo un año impecable», concedía un sincero Márquez, tal vez el más beneficiado en lo inmediato si Pedrosa opta por el conservadurismo en ausencia del rival.
Todo son conjeturas a la espera de lo que ocurra mañana en carrera, mientras Lorenzo es trasladado a Barcelona e intervenido, pues los médicos le han recomendado unas horas en observación antes de viajar. «Para mí la mentalidad sigue siendo igual», relata Pedrosa, ahora todos los focos sobre él, pues un triunfo en Assen (no gana desde 2002) será un mazazo al Mundial. «No vayáis tan lejos, cuando llegue el momento ya veré», lanzaba sobre las posibles y aún prematuras matemáticas.