Jorge Lorenzo vuelve a ganar
Los títulos requieren de respuestas grandiosas, contundentes. Que hagan variar las tendencias y trasladen las dudas al rival. Se sentía pletórico Dani Pedrosa con sus dos victorias, seguramente algo inesperadas, en Jerez y Le Mans. Con su Honda superior, alargando la estela del año pasado. Era el momento de contestar y Jorge Lorenzo lo ha hecho al modo campeón. Elevando la ambición y acogiéndose a eso que él denomina «martillo» y que no es otra cosa que la concentración y la perfección llevadas al extremo, desde la salida hasta la meta. Lo hizo en Mugello y lo repitió ayer en Montmeló –circuito del que empieza a adueñarse, con tres victorias en los últimos cuatro años– para quedarse a un suspiro (siete puntos) del liderato.
Posee lecturas caprichosas esta victoria. Dice el pasado que el que se llevó el Gran Premio de Cataluña resultó finalmente campeón del mundo. Así ocurrió en los cuatro precedentes. Tal vez estaba en la mente del balear, que corrigió su error de la clasificación del sábado –rompió el embrague y nada pudo hacer ante la estratosférica vuelta rápida de Dani Pedrosa– con una salida extraordinaria, la «clave» de la carrera, otra vez, como en Italia hace 15 días.
No le hizo falta esta vez el riesgo en la primera curva, pues ya llegó a ella en cabeza, tras rodar en paralelo a Dani –en una preciosa estampa–, pese a que partió desde la tercera posición. Y de ahí hasta el final, soportando el intenso calor, sin ni tan siquiera un error. Impecable. La mente, lo sabe Jorge: «la experiencia y el nivel mental que he alcanzado me ayuda a ganar carreras como ésta». Compensa lo demás.
Aguantando la presión de tener a Pedrosa detrás, muy cerca al principio, a rueda hasta más de la mitad de la carrera. Templando nervios al comprobar las caídas a su alrededor, Álvaro Bautista («está actuando como un loco y un estúpido», le acusó Rossi, al que no se llevó por delante de milagro), Cal Crutchlow, Nicky Hayden, todos en la misma curva, casi seguidos, desahuciados por los errores y por los neumáticos. Y el pellizco final para dar un poco más, para estirar la cuerda cuando todo ya va al límite. Tirón a falta de siete vueltas para rematar el monólogo, sin respuesta ya por las Honda, condenadas a pugnar entre ellas por las migajas. Y victoria de nuevo, la número 26 en MotoGP. «Igual nos falta algo [en la moto], pero lo estoy compensando siendo muy constante y concentrado. Espero piezas nuevas y mejorar alguna décima», reflexionaba el de Yamaha, siempre insatisfecho en sus propuestas.
Con idéntica montura, lejos Valentino Rossi –ayer cuarto, condenado por su mala salida, por su mala clasificación del sábado–, amagando el rookie Marc Márquez, la batalla cada vez más clara por el título entre Lorenzo y Pedrosa. Infinito mano a mano de dos trayectorias vitales predestinadas a encontrarse. Eterna lucha, como el año pasado, como casi siempre desde que ambos asomaron la cabeza en el Mundial. Ocurrió 24 veces que uno quedó primero y el otro segundo, y es tan maniática la estadística, tan pareja, que cada uno ganó la mitad de esas carreras.
A Jorge le pesa el tercer puesto de Jerez, pero sobre todo el séptimo del lluvioso Le Mans, su gran patinazo de los últimos tiempos, «demasiados puntos» perdidos, porque «lo importante es la regularidad», la misma con la que conquistó el pasado año su segundo título mundial en la categoría reina. Pero le apetece el porvenir, en unos días en Assen, para continuar la tendencia. «Es mi circuito favorito, he ganado muchas veces allí», recuerda y demanda, no demasiado, sólo «frío», que será «una ventaja» para su Yamaha que padece cuando sube el termómetro, aunque ayer en Montmeló no lo pareciera.
El fin de semana, casi perfecto para el balear, le dejó sin embargo un pequeño problema al que restó importancia. Se trata del desgaste de motores, pues ha descorchado ya cuatro de los cinco motores con lo que se puede correr una temporada sin ser penalizado.
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