Carlos Soria,un alpinista de montera con 73 años.
La épica que arrastran los ochomiles, las montañas más elevadas de la Tierra, hace pensar en alpinistas en plenitud de facultades, seres sobresalientes cuya fortaleza les permite auparse hasta lo más alto, hombres de acero que protagonizan heroicos sucesos de superación y sacrificio.
Nada de esto parece Carlos Soria. Hombre menudo, enjuto, en apariencia casi un tirillas, cuya edad y condición, padre de cuatro hijas y abuelo de cuatro nietos, le colocan más cerca del paseo dominical por el Retiro que en la cumbre del techo del mundo. Adonde llegará desde Moralzarzal (Madrid), donde reside.
Hablamos de un hombre que causa sorpresa en los foros especializados al ser el único que ha subido a nueve ochomiles con más de sesenta años. Alguien que ostenta el récord de más edad en seis de las 14 cumbres más altas del mundo.
Un alpinista que en la tumultuosa primavera del año pasado, en la ruta normal que lleva al Everest, y al Lhotse, la cuarta montaña más alta, fue el primero en regresar sin el menor problema al campamento base, después de alcanzar la segunda de esas cimas, mientras que en la pared hubo de montarse una comprometida operación de rescate para salvar la vida de montañeros treinta y cuarenta años más jóvenes que él, a pesar de haber salido casi al mismo tiempo del último campamento.
Respetado desde siempre en los ambientes alpinos, Carlos Soria se ha convertido en un personaje mediático (reportaje incluido en The New York Times hace escasos días) que arrastra multitudes en los foros sociales y convoca charlas multitudinarias. El humilde tapicero que hizo un largo historial en el monte a fuerza de forrar sillones, hoy da conferencias a ejecutivos como experto en temas de liderazgo. El himalayista que entraba por la puerta de atrás de los campamentos bases, con la única compañía de un sherpa de escaso nombre, hoy dirige expediciones con alpinistas punteros.
El próximo 5 de marzo partirá al Himalaya en su enésima expedición. Su proyecto en esta ocasión es más ambicioso si cabe: subir de una tacada dos ochomiles, Annapurna (8.091 m) y Dhaulagiri (8.167 m). «No es así. Así es como les gusta decirlo a los periodistas», protesta Soria, quien explica que va al Annapurna, pero que también ha sacado permiso para el Dhaulagiri «porque es así como se hace y por si acaso se nos da muy bien la primera montaña. Pero no es más que un proyecto, puede que sólo suba al Annapurna o que ni siquiera lo suba».
Dice que para nada se siente presionado por contar ahora con el patrocinador soñado, el BBVA. «Desde luego que es un sueño, pero presión ninguna; nadie me mete presión», y responde cuando se le pregunta por qué quiere terminar tan de prisa con los tres ochomiles que le quedan para tener los 14. «No tengo ninguna obsesión por terminar, allí lo paso muy bien. Lo que ocurre es que soy consciente de que ya tengo 73 años, y que esto en cualquier momento me hará bajar el listón».
A pesar de su terrible historia, con un ratio por encima del 40 por ciento entre quienes han subido a su cima y los que perecieron, el Annapurna no le preocupa más que otro ochomil. «Por su historia asusta un poco, pero a mí me parece igual o incluso más peligroso el Dhaulagiri. Por las avalanchas». Las avalanchas, la fuerza más imprevisible y letal de las altas montañas, es lo único a lo que este hombre asegura tener miedo. «De las montañas que estoy haciendo ahora, desde luego. La dificultad técnica de las rutas que hago, creo que tengo capacidad de superarla sin problemas», explica.
Por las avalanchas se retiró el otoño pasado de ese Dhaulagiri de tan mala reputación y las avalanchas son el peligro más certero del Annapurna. «El paso entre los campamentos 2 y 3 de la ruta normal del Annapurna es muy peligroso, y lo que voy a preocupar es pasar por allí como mucho dos veces: una a la subida y otra a la bajada».
«Como todo, en las montañas importa el método y a mí el mío me va bien», dice mientras explica que nunca duerme muy alto en estas escaladas. «En ningún ochomil he dormido demasiado arriba. La altitud es algo que te deteriora sin que puedas evitarlo y, cuanto más tiempo estás arriba, más te deterioras».
No elude hablar del Shisha Pangma. Aunque se ha publicado que ha subido, la estricta contabilidad de los ochomiles señala que no alcanzó la cima principal, sino la central, unos pocos metros más baja. «He subido al Shisha central, pero no al principal, aunque no me importa acabar con esta montaña, pues me costó más que algún ochomil principal. En cualquier caso, si esta primavera subo al Annapurna y al Dhaulagiri, en otoño iré al Shisha».
Asegura Carlos Soria desconocer el secreto de su longevidad. «No lo sé, en todo caso creo que no es otra cosa que no haber perdido las ganas. A la montaña no vas por casualidad. Yo voy allí porque me entusiasma y esto lo tengo claro. Mi secreto no existe o, al menos, es algo conocido: entrenar. Entreno mucho, pero entrenar para mí no es ninguna obligación ni ningún sacrificio, es algo que me apetece hacer siempre, realmente es lo que más me gusta hacer. Entrenar para mí es una delicia»
Del mismo modo reconoce en la experiencia un factor muy importante. «Te hace conocer mejor la montaña y, cuanto mejor la conoces, menos problemas tienes», dice al tiempo que señala con orgullo que nunca le han tenido que rescatar de la montaña. Y los hechos le están dando la razón.
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