Del bosque apuesta por Casillas
Jugó Casillas, total daba lo mismo intuyendo el partido que después se produjo. Jugó Casillas y sacó una pierna normal en un rebote de Albiol al poco de empezar. Jugó Casillas y alumbró así de nuevo la personalidad de Vicente del Bosque, probablemente mucho más compleja de lo que usualmente se glosa. Jugó Casillas y nada varió en el existir de una selección española que hace mucho tiempo dejó atrás las dudas sobre su esencia.
Jugó Casillas y la vigente campeona del mundo y de Europa despachó una sesión tantas y tantas veces repetida. Jugó Casillas, en fin, y asistió mudo, quieto, sin más, a una victoria sobre Finlandia que, unida al empate de Francia en Georgia, deja a España con un pie entero y parte del otro en el Mundial de Brasil donde ha de defender título.
La cuestión de la portería en España se ha convertido en un entretenimiento en sí mismo. La situación que vive el capitán en su equipo, el extraordinario momento del Víctor Valdés, hacen de su titularidad o no, 150 partidos después, una cuestión compleja donde pocos manejan las verdaderas claves del seleccionador.
Críptico en los mensajes, también en los gestos y hasta en los silencios, ayer apostó por Iker Casillas y sería absurdo reducirlo todo a cuestiones como el brazalete, la confianza o eso más absurdo todavía del peso específico o los galones. Del Bosque eligió a Casillas, también, por una cuestión puramente futbolística, de ese fútbol que son los entrenamientos y donde los técnicos miden desde el estado de ánimo hasta el latido del corazón, pasando por los reflejos, el peso y cuantos parámetros se quieran anotar.
En todo caso, solventada la cuestión de la portería, Del Bosque acaparó también el inico del partido con la decisión de situar a Koke en el lateral derecho, en una de esas maniobras suyas con precedentes en el papel de Cesc en la Eurocopa o en el de Javi Martínez en la Confederaciones. Definitivamente, el experimento de Koke ayer no salió. Desnortado, ajeno a los automatismos del puesto, el centrocampista del Atlético acusó un despiste tremendo durante toda la noche. No convendría excederse en la crítica al chico, que le puso toda la voluntad del mundo. Sin embargo, vio cómo Finlandia –que envió sus dos primeros balones del partido a esa zona– le encontraba las cosquillas hasta provocar sus dos arreones de la primera parte. Hubo un tercero de los locales, solventado con un disparo de Pukki que se marchó alto. Justo después, España desabrochó el partido.
Lo hizo como lo había ensayado, de nuevo los entrenamientos bajo el foco. Se dejó caer Cesc hasta casi el centro del campo y abrió el espacio, esta vez por el centro, para Jordi Alba, el señalado durante la semana para ese plan. Fábregas dibujó un balón maravilloso y el lateral del Barça, en una jugada que está empezando a convertir en seña de identidad, controló con la izquierda, recortó hacia dentro y la empujó con la derecha. Era la consecuencia lógica de esa tendencia de la selección en el último año a acostarse sobre su izquierda. El brillo de Alba exige el sacrificio del hombre que juega por delante suyo, ayer Villa, afanado fundamentalmente en buscar la diagonal hacia el centro para dejarle el espacio a él. En realidad el partido, pese al gol, no cambió. No hay otro partido posible cuando dos selecciones asumen su rol, el de superioridad la española y el de inferioridad la local. Se apoderó de la pelota España pero en una de esas sucesiones de pases intrascendentes que sirven, no es poco, para defender. Así fue el resto de la primera mitad.
En la segunda España jugó caminando, bajo la incercia de este tipo de partidos, ideales para desatenciones, por ejemplo, de Ramos, que vivió toda la sesión jugando como centrocampista. Dos sacudidas de Finlandia pudieron haber costado un disgusto en el primer cuarto de hora, y de nuevo el seleccionador agitó el árbol en busca, más que de un cambio concreto, de un efecto similar al que provoca la llegada de una chica guapa a un cuartel.
Despertar, en resumen. Primero entró Navas por Villa, después Negredo por Cesc. Y al final Cazorla por Pedro. Durante un buen rato dio igual, porque España no encontró la profundidad de Navas ni el remate de Negredo ni la movilidad de Cazorla. A decir verdad, el delantero del Manchester City, antes del gol, sí había tenido un mano a mano con Mäenpää, pero ganó el portero. A cinco minutos del final, eso sí, con Finlandia ya en los huesos y el público en retirada, un pase de Xavi encontró la cabalgada de Navas y el remate sin oposición de Negredo.
España finiquitó así el partido, algo que no hizo en la ida, disputada en El Molinón, y aquel empate obligó a la hazaña en París ante Francia. No hará falta tal cosa en los dos partidos que le restan a este grupo de clasificación, solventado por la selección ayer pese a los remolinos que la acompañan a cuenta de la portería, donde Casillas, por cierto, a esas alturas seguía viendo el partido exactamente igual que lo hubiera hecho Valdés o incluso Reina. Escrita la parada del primer tiempo, apenas hubo de recoger un par de balones largos en los otros 89 minutos de show. Hubiera valido cualquiera, pero jugó Iker.
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