Nadal va a por todas
Dos días después de ganar su segundo Abierto de Estados Unidos, el decimotercero de sus grandes, Rafael Nadal revitaliza como nunca hasta ahora el debate sobre el calado histórico de su figura.
Lo más próximo, tangible, es el retorno al número uno del mundo, en la que sería su tercera etapa en lo más alto de la clasificación mundial. Pese a que Djokovic podría elevar de 120 a 250 puntos la actual diferencia con respecto al español merced a la disputa de las semifinales del Grupo Mundial de la Copa Copa Davis, si ambos confirman su presencia en el ATP 500 de Pekín, que comienza el día 30, el balcánico, que defiende título, necesitaría una combinación harto improbable para seguir en el lugar más preciado: ganar la copa y que su rival, ausente en 2012 por lesión, no pasara ronda alguna.
Nadal podría aparecer liderando el ranking de la ATP (Asociación de Tenistas Profesionales) el 7 de octubre, o una semana después, tras la disputa del Masters 1000 de Shanghai, donde se reproduce la situación. Sería su tercera etapa como número uno, dorsal que ha lucido durante 102 semanas repartidas en dos períodos: el primero de ellos, de 46 semanas, entre el 18 de agosto de 2008 y el 6 de julio de 2009; el segundo, de 56, del 7 de junio de 2010 al 4 de julio de 2011. Nadal tomaría el relevo del mismo hombre que le desalojó del tejado de la ATP al derrotarle en la final de Wimbledon de 2011 en el annus horribilis para él en las citas directas con Nole, que encadenó hasta siete triunfos consecutivos en el cara a cara, contabilizando la final del Abierto de Australia de 2012.
La tendencia se ha invertido radicalmente, como demuestra el hecho que el zurdo se haya impuesto en seis de los últimos siete encuentros entre ambos. Y con ella, el lógico e inminente cambio de rango. Con diez títulos, Nadal ha firmado ya la mejor temporada de su vida, cuando la incertidumbre era enorme después de padecer la más grave de sus lesiones, un paro de siete meses por los problemas en el tendón rotuliano de la rodilla izquierda que hizo dudar de que pudiera mantener las máximas aspiraciones.
Sólo en 2005, curso en el que se hizo con 11 trofeos, superó la cifra que ahora presenta. Pero, incluso en el caso de que no sumase en el ejercicio vigente ningún otro título, la cosecha supera cualitativamente a la de entonces. Frente a un Grand Slam y cuatro Masters 1000, presenta las victorias en Roland Garros y el Abierto de Estados Unidos y el repóker en los que denominaríamos torneos de categoría especial: Indian Wells, Roma, Madrid, Cincinatti y Montreal.
Es el mejor Nadal de siempre, con más que legítimas aspiraciones a desafiar la que hasta hace no mucho parecía una cuota inalcanzable de majors. Roger Federer, que hoy aparece sexto en el ranking, eliminado en octavos de final de Nueva York por Tommy Robredo y en un elocuente declinar, difícilmente podrá incrementar sus 17 grandes.
De los jugadores en activo, al margen de Nadal, el más cercano es Novak Djokovic, con siete. El español ya está a uno de Sampras. Un dato significativo es que, como indica el gráfico a pie de página, ha suscrito la conquista del decimotercero con mayor precocidad que los dos únicos tenistas que le preceden en la orla de los grandes campeones. Reacio a prospecciones históricas, y con la prudencia que aconsejan sus recurrentes problemas físicos, Nadal, con buen criterio, prefiere manejarse en el día a día y disfrutar, como lo hizo ayer en su felicidad yaciente sobre la Arthur Ashe de Flushing Meadows, de este nuevo tiempo de esplendor que le ha sido concedido. Es tarea de los observadores, aficionados y periodistas, reflexionar sobre dónde se encuentran los límites de un tenista irrepetible. Su fortaleza y su ambición invitan a las previsiones más optimistas.
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