Raúl aunque grande,no pudo con el Athletic.
Raúl no pudo el solo con todo el Athletic, que fue mucho. Y mira que lo intentó. El madrileño es el hombre más importante del equipo alemán. Sin él, el Schalke naufraga. Metió dos goles, apareció siempre, no se escondió, pero encontró enfrente el juego colectivo y solidario de los rojiblancos de Marcelo Bielsa, que con Llorente a la cabeza, van camino de las semifinales. El Athletic, con una carga de partidos a la que no está acostumbrado, terminó siendo mucho mejor físicamente, una cuestión que repite cada partido, frente a cualquier rival.
Raúl era la referencia, el hombre a seguir, el señor, que le llama la grada del Veltins Stadion. No lo pudo definir mejor Llorente al acabar el duelo: «Es increíble, el cabrón los sigue metiendo de par en par». Él revitalizó a su equipo, empató el partido cuando las cosas se habían puesto feas gracias al oportunismo de Llorente y la impericia de Hildebraand, que sigue siendo, en Alemania, el proyecto de portero fallido que fue en el Valencia. Fue sustituido en el descanso, lesionado y fastidiado por el gol que encajó.
El señor Raúl devolvió la esperanza al Schalke, desde donde más le gusta, el fondo de la mina, en el primer palo, como un buen cazador. No perdonó ante Gorka, a quien había recibido con un abrazo. Luego, en el césped, Raúl no tiene amigos.
Apretaba el equipo alemán, como corresponde al anfitrión, y respondía con entereza el Athletic, con jugadas trenzadas incluso a pesar de que su cerebro, Ander Herrera, renqueaba de su lesión de pubis.
Era un entretenido toma y daca. Llorente pudo marcar otra vez, pero también Raúl, de nuevo desde el mismo lugar en el que anotó, pero cruzó demasiado el remate. Los dos equipos buscaban el gol, cada uno a su manera, aunque el Athletic daba cierta sensación de levedad defensiva.
Y Raúl la olfateó. El madrileño huele la sangre desde que jugaba en los descampados de la Colonia Marconi, así que adivinó por dónde le daba el aire al Athletic y en la segunda parte consiguió lo que no pudo en la primera, el segundo gol del Schalke, tras un par de rechaces fallidos de la defensa del Athletic. Raúl, siempre Raúl, con la caña preparada, esta vez de volea. Señor Raúl le volvió a llamar la grada.
Durante unos instantes, vaciló el equipo bilbaino. Los goles de Raúl le dejaron temblando, pero el Athletic recuperó esa entereza que le ha acompañado durante toda la competición. Otra vez apareció Llorente para no ser menos que Raúl, y empató de cabeza a la salida de un córner muy cerrado. Entonces el que perdió su norte fue el Schalke, que dejó muchos espacios en los que el Athletic se sintió muy cómodo.
De Marcos adelantó a los rojiblancos en un contragolpe tras el robo de balón de Muniain. Raúl tuvo otra para empatar pero fue el jovencísimo jugador rojiblanco el que abrió una distancia en el marcador que puede ser definitiva, tras otra contra excelsa del Athletic. La grada bilbaina acalló en ese momento a la ruidosa afición del Schalke 04. No era para menos.
El Athletic tiene las semifinales a un paso. Le queda el trámite de San Mamés, que no es cualquier cosa, porque allí estará de nuevo Raúl González, especialista en hacer callar a las tribunas de la Catedral con sus goles. Pero este no es un Athletic pusilánime, sino el de Old Trafford, un campo lleno de sabor, y el del Veltins, un estadio futurista. Sobre esas victorias descansa la grandeza de un equipo y los hombres de Bielsa han dado otro paso para conseguir la gloria.
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