jueves, 3 de octubre de 2013

Casillas reconoce haberse sentido débil


En las puertas del Bernabéu los más supersticiosos teorizaban sobre qué le podía suceder anoche a Iker Casillas, tras la racha de infortunios que acumulaba el portero desde el pasado mes de enero, cuando su compañero Arbeloa le rompió la mano. ¿Una roja rauda? ¿Un problema estomacal? ¿Un pelotazo de Pepe en mal sitio? En su última aparición, un leve golpe de Ramos le dejó KO en Estambul hace 15 días. ¿Qué sería ahora? Por suerte para él, la noche de su regreso a Chamartín se saldó sin incidentes, aunque en el primer balón que buscó acabó por los suelos. Sólo un susto, nada más. 

Superados los primeros minutos de una pieza, cogió poco a poco la medida a la que fuera su área durante más de una década. Su nombre fue recibido con ovación y tampoco se escucharon pitos de sus críticos, mucho más activos fuera del estadio que dentro. 

No era titular en casa desde el pasado 15 de enero, una eternidad que ayer le pasó factura. No se le quitó en toda la noche el gesto triste que arrastra desde hace tiempo y en un par de intervenciones tembló como un principiante. El Copenhague estuvo a punto de empatar en una malísima salida del guardameta en un córner. Le salvó del bochorno Modric, listo para sacar la pelota de la línea de gol. 

«Tenía algunos nervios al principio. Este tiempo no ha sido fácil para mí», asumió Casillas, abierto a los micrófonos tras finalizar el encuentro. Sin ganas de mirar por el retrovisor, sí reconoció que pensó en marcharse. 

Una idea caducada, por el momento. «Cuando estás tanto tiempo sin jugar se te pasa de todo por la cabeza, incluso pensar en irte, pero ahora mi idea es seguir y retirarme en el Madrid», explicó sin demostrar rencor hacia el club («se portó muy bien conmigo») y señalando al escudo como faro a seguir. «Lo más importante por encima de cualquiera es el Real Madrid», dijo antes incluso de aplaudir la alternancia de porteros de Ancelotti. «Me parece fenomenal. La competencia es saludable. Te hace apretar los dientes». 

Antes había saltado al césped con el recuerdo de lo sucedido hace poco más de un mes, en el homenaje a Raúl. Aquel día se le vio incluso con reparos a acercarse a su portería del fondo sur, pero anoche no hubo ruido en contra del capitán. 

Hasta el minuto 27, el madrileño no atrapó el balón con seguridad, en un disparo suave desde la frontal. Lo agarró con ganas, con las dos manos, buscando confianza. Necesitaba reencontrar las mejores sensaciones. Al regresar del vestuario, ya en la segunda parte, el fondo norte le recibió con un cálido aplauso. 

Movía la cabeza Casillas porque el partido avanzaba con el escaso 1-0, mientras Khedira seguía con su fútbol industrial y la bienvenida alegría de Marcelo no era suficiente para terminar de tumbar a los daneses. Iker giraba el cuello, no lo veía claro. Sólo respiró al ver la espectacular rabona que improvisó Di María para poner a Cristiano el segundo gol. No sabía el portero que su momento estaba por llegar. En el descuento, el capitán tuvo trabajo extra. 

En menos de un minuto salvó un uno contra uno, despejó de la escuadra con un manotazo de felinos reflejos y tapó la última ocasión danesa. Entonces sí, el Bernabéu (la afición que quedaba aún) le cantó al oído su melodía favorita: El «Iker, Iker, Iker» era el bálsamo ideal tras meses en tinieblas. «He estado débil, me he sentido débil. He estado en boca de todo el mundo y no quería. Yo lo que quiero es jugar al fútbol y en el Madrid. Llegará el día en el que tenga que marcharme, claro, pero no es ahora».

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