España clasificada
No necesitó España desmelenarse mucho para rellenar el formulario que le da acceso al Mundial de Brasil, donde debe defender el título de Sudáfrica. Más allá de las variantes en los nombres y en el juego, España cumplió el trámite con actitud funcionarial y se apresta ahora a debatir sobre sí misma para decidir cuál es la mejor forma de acometer la cita del verano. Tiempo tiene Del Bosque para meditar, probar y decidir.
Por una vez y sin que posiblemente sirva de precedente, Del Bosque apenas movió lo enseñado en el entrenamiento previo. Para empezar jugó Casillas, en una decisión que no por intuida dejó de llamar la atención, y es que el tema de la portería va camino de convertirse en un lío para el seleccionador, quizá no tanto por la elección en sí como por las explicaciones que cada movimiento requiere.
Iker no jugó ante Bielorrusia porque había disputado apenas un partido en un mes, y en una situación idéntica, transcurridos además unos días, sí fue titular ante Georgia. Una contradicción sin mayor trascendencia por la escasa entidad de los rivales y el papel prácticamente testimonial de los porteros en noches como la de ayer, intrascendente también porque el objetivo fue atrapado, pero un problema para el futuro.
En el resto del equipo, entró Piqué y eso desplazó a Busquets a su sitio y a Mario Suárez al banquillo. Mas allá de la portería, modificó cinco hombres el técnico buscando abrir el campo y que los laterales cumpliesen esa función. Lo hizo más Juanfran, mejor engrasado con Navas que Alberto Moreno con Pedro.
El lateral del Sevilla, un chico con una pinta estupenda, anduvo demasiado tímido, respetando las maniobras de Pedro, que casi siempre giró hacia el interior. Navas encontró un chollo en su defensor y entre él y Juanfran fueron volcando el campo a la derecha, desde donde nacieron las mejores opciones de España en este primer parcial. Jugó la selección con el paso acelerado, más rápido que el último precedente, y sobre todo amplió las opciones, ahora por dentro, ahora por fuera, ahora por un lado y ahora por el otro. Fue, en resumen, un colectivo algo más veloz y, sobre todo, bastante menos previsible, algo que se ha empezado a convertir en un problema bastante serio.
Hubo un disparo del propio Navas, hubo también un escarceo de Pedro y hasta hubo una chilena de Negredo, el delantero que definitivamente se ha hecho con el puesto, aunque eso en este equipo no quiere decir nada. El gol, sin embargo, llegó por el centro, sello de la casa, una pared hermosa entre Pedro e Iniesta dentro del área que finalizó el propio Negredo a servicio del manchego, un jugador delicioso en cada control y en cada gesto, la piedra filosofal sobre la que debería articularse el equipo en Brasil.
Acto seguido se estrenó Casillas, hasta entonces un espectador más, con dificultades para mantener la tensión adquirida en el calentamiento. Detuvo un disparo lejano y tres minutos después sacó otra mano de las suyas cuando Ramos perdió una carrera con Dzaria, el típico delantero del rival de España que tiene para dos o tres de esas, no más, pues se pasa la noche basculando de un lado a otro para ser el primero en la presión, objetivo único de selecciones como ayer Georgia. Luego Negredo la tuvo a puerta vacía y la falló, algo que hubiera alejado definitivamente los respingos que provocaba el oponente. No eran sustos siquiera lo de los georgianos, pero sí respingos de vez en cuando.
No hubo lugar siquiera a eso en la segunda parte, sobre todo cuando Mata entró en el lugar de Pedro y poco después hizo el segundo. La noche ya había pasado a mejor vida y sólo sirvió para que el estadio se pusiese boca abajo cuando Del Bosque, siempre pendiente de los detalles, retiró de la hierba a Iniesta para darle unos minutos a Isco.
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