Afortunadamente el fútbol español tendrá doble representación en una final Europea, lo que hubieran deseado Barça y Real Madrid. La Europa League no luce tanto como la Liga de Campeones, pero cuando hay un título en juego la ilusión no distingue la calidad del metal. De Valencia y Atlético, el billete se lo adjudicaron los madrileños, que hicieron valer su renta de dos goles en el Calderón. Allí se coció todo. Disputarán su quinta final internacional, la segunda en tres años. Les espera, el Athletic, el 9 de mayo, en Bucarest, una ciudad que se grabaron a fuego hace una semana.
El Valencia saltó eléctrico al césped, como requería la ocasión, pero en el primer cuarto le faltó la pausa que sí tuvo, por razones obvias, un Atlético que hizo lo que tenía que hacer. Largas posesiones, esperando al Valencia, obligándole al rival a desgastarse más en la presión, ya que en cada balón le iba la vida. Y en cada acción luchó por él.
Sin embargo, cuando le puso más cabeza que corazón, el Valencia, entonces sí, empezó a carburar, lo que obligó al Atlético a dar cinco pasos hacia atrás para proteger a Courtois, brillante.
A las espaldas de un extraordinario Canales, que hace bueno a cualquiera que se asocie con su juego, el grupo de Emery pasó de segunda a quinta, acorralando al Atlético, que se ató los machos para defender su amplia renta de dos goles. Cargó su juego por el costado izquierdo, donde Jordi Alba hizo estragos con Sergio Canales de escudero. Ambos se convirtieron en los principales quebraderos de cabeza de un rival que aguantó en pie la embestida valencianista. Otro gallo le hubiera cantado de haber puesto esa garra y convicción en el Calderón.
En apenas tres minutos las manos de Courtois se calentaron. Primero en un disparo de Feghouli, que envenenó Jonas para que el meta belga se luciera. Luego probó de nuevo el argelino desde la frontal, aunque el balón se fue alto por poco. Roberto Soldado cogió turno después, pero no alcanzó a conectar un envío de Barragán desde el flanco derecho.
Arrinconado el Atlético de Madrid, cada saque de esquina se convertía en un suplicio para los madrileños. Quizá ajustar los centrales es la única tarea que le queda por perfilar a Simeone en su pizarra, aunque de forma más o menos ortodoxa Godín y Miranda cumplieron con discreción.
Todo el empuje y las llegadas del Valencia morían a orillas del área del Atlético, bien replegado. Hasta ahí le dejaba llegar el Atlético, que nada quería saber del balón. La lata pudo abrirla Jordi Alba, si bien Canales no advirtió que venía de cara cuando el lateral armó la bota para romper el balón. Canales, el mejor creador de la noche, se topó después con un buen Courtois en el palo corto cuando ya se había colado en el área.
Todos los intentos del Valencia por dar forma a la remontada, con una grada vestida de gala, caían en saco roto. El empuje siguió latente, como un martillo, circunstancia que hizo descuidar al Valencia la retaguardia. Dos contragolpes del Atlético, pudieron haber borrado de un plumazo la cruzada del Valencia. Diego Alves, atento, pudo desbaratar los intentos de Falcao y Adrián por apagar la caldera de Mestalla. El Atlético superaba el primer asalto de la noche y se iba al descanso con su portería inmaculada. Simeone había aleccionado bien a sus once gladiadores, que achicaron todos los balones con oficio.
En el segundo acto Mestalla se quedó helada, al ver como el auténtico protagonista del Valencia, Canales, que había galvanizado todo el juego de los suyos, se rompió en una acción fortuita. Recién salido de una grave lesión de ligamentos, a juzgar por los gestos del cántabro, la lesión en su rodilla parecía grave. El ex madridista tuvo que ser retirado en camilla.
Con Canales se fue la magia, el encanto y la esperanza. La metáfora la escribió tras su marcha Adrián. El delantero asturiano recibió solo en el flanco derecho un pase de Diego. Dejó botar el balón y mandó un cañonazo que se coló sin remisión en el marco de Alves.
Ni remontadas, ni sueños, ni noche épica, ni gaitas. Ahí se acabó todo. Ahí se acabó el espíritu de la primera parte. Mestalla se apagó. Marcar tres goles era un quimera.
El Atlético jugó entonces a placer, ante un rival entregado. Bucarest espera el 9 de mayo al equipo de Simeone. Nunca un técnico en tan poco tiempo, en apenas cuatro meses, hizo tanto. Le queda, eso sí, rubricar el trabajo en la final de Bucarest. No contará con Tiago, que vio la roja directa por sus malos modos ante Jordi Alba y Soldado, que reclamaron un penalti que no fue. Perdió los papeles y se queda sin el partido más importante del curso.