Guardiola dice adios al Barcelona.


Menuda faena le ha hecho al barcelonismo con su marcha. Lo que le faltaba después de perder en apenas una semana la Liga y la Champions. Y seguro que le sobran motivos para tirar la toalla. 

Que esa directiva rosellista en la que nunca llegó a confiar y esos jugadores que comenzaron a mirarle con mala cara cuando no jugaban han tenido mucho que ver con su huida. En su despedida dijo sentirse vacío. 


Pero quizá no tanto como el mundo del fútbol, al que le costará asimilar su ausencia temporal. Al menos, ha logrado ceder el mando a Tito Vilanova, su compañero de fatigas y ángel de la guarda. Pero nada volverá a ser como antes. Mucha suerte y vuelva cuando quiera.
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El Atlético gana al Valencia y se mete en la final de la Europa League.



Afortunadamente el fútbol español tendrá doble representación en una final Europea, lo que hubieran deseado Barça y Real Madrid. La Europa League no luce tanto como la Liga de Campeones, pero cuando hay un título en juego la ilusión no distingue la calidad del metal. De Valencia y Atlético, el billete se lo adjudicaron los madrileños, que hicieron valer su renta de dos goles en el Calderón. Allí se coció todo. Disputarán su quinta final internacional, la segunda en tres años. Les espera, el Athletic, el 9 de mayo, en Bucarest, una ciudad que se grabaron a fuego hace una semana. 

El Valencia saltó eléctrico al césped, como requería la ocasión, pero en el primer cuarto le faltó la pausa que sí tuvo, por razones obvias, un Atlético que hizo lo que tenía que hacer. Largas posesiones, esperando al Valencia, obligándole al rival a desgastarse más en la presión, ya que en cada balón le iba la vida. Y en cada acción luchó por él. 
Sin embargo, cuando le puso más cabeza que corazón, el Valencia, entonces sí, empezó a carburar, lo que obligó al Atlético a dar cinco pasos hacia atrás para proteger a Courtois, brillante.


A las espaldas de un extraordinario Canales, que hace bueno a cualquiera que se asocie con su juego, el grupo de Emery pasó de segunda a quinta, acorralando al Atlético, que se ató los machos para defender su amplia renta de dos goles. Cargó su juego por el costado izquierdo, donde Jordi Alba hizo estragos con Sergio Canales de escudero. Ambos se convirtieron en los principales quebraderos de cabeza de un rival que aguantó en pie la embestida valencianista. Otro gallo le hubiera cantado de haber puesto esa garra y convicción en el Calderón. 

En apenas tres minutos las manos de Courtois se calentaron. Primero en un disparo de Feghouli, que envenenó Jonas para que el meta belga se luciera. Luego probó de nuevo el argelino desde la frontal, aunque el balón se fue alto por poco. Roberto Soldado cogió turno después, pero no alcanzó a conectar un envío de Barragán desde el flanco derecho. 

Arrinconado el Atlético de Madrid, cada saque de esquina se convertía en un suplicio para los madrileños. Quizá ajustar los centrales es la única tarea que le queda por perfilar a Simeone en su pizarra, aunque de forma más o menos ortodoxa Godín y Miranda cumplieron con discreción. 


Todo el empuje y las llegadas del Valencia morían a orillas del área del Atlético, bien replegado. Hasta ahí le dejaba llegar el Atlético, que nada quería saber del balón. La lata pudo abrirla Jordi Alba, si bien Canales no advirtió que venía de cara cuando el lateral armó la bota para romper el balón. Canales, el mejor creador de la noche, se topó después con un buen Courtois en el palo corto cuando ya se había colado en el área. 

Todos los intentos del Valencia por dar forma a la remontada, con una grada vestida de gala, caían en saco roto. El empuje siguió latente, como un martillo, circunstancia que hizo descuidar al Valencia la retaguardia. Dos contragolpes del Atlético, pudieron haber borrado de un plumazo la cruzada del Valencia. Diego Alves, atento, pudo desbaratar los intentos de Falcao y Adrián por apagar la caldera de Mestalla. El Atlético superaba el primer asalto de la noche y se iba al descanso con su portería inmaculada. Simeone había aleccionado bien a sus once gladiadores, que achicaron todos los balones con oficio. 


En el segundo acto Mestalla se quedó helada, al ver como el auténtico protagonista del Valencia, Canales, que había galvanizado todo el juego de los suyos, se rompió en una acción fortuita. Recién salido de una grave lesión de ligamentos, a juzgar por los gestos del cántabro, la lesión en su rodilla parecía grave. El ex madridista tuvo que ser retirado en camilla. 
Con Canales se fue la magia, el encanto y la esperanza. La metáfora la escribió tras su marcha Adrián. El delantero asturiano recibió solo en el flanco derecho un pase de Diego. Dejó botar el balón y mandó un cañonazo que se coló sin remisión en el marco de Alves. 

Ni remontadas, ni sueños, ni noche épica, ni gaitas. Ahí se acabó todo. Ahí se acabó el espíritu de la primera parte. Mestalla se apagó. Marcar tres goles era un quimera. 
El Atlético jugó entonces a placer, ante un rival entregado. Bucarest espera el 9 de mayo al equipo de Simeone. Nunca un técnico en tan poco tiempo, en apenas cuatro meses, hizo tanto. Le queda, eso sí, rubricar el trabajo en la final de Bucarest. No contará con Tiago, que vio la roja directa por sus malos modos ante Jordi Alba y Soldado, que reclamaron un penalti que no fue. Perdió los papeles y se queda sin el partido más importante del curso. 
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Mou defiende a sus jugadores después del partido.



Fue una de esas noches en las que habría cogido el coche y habría pisado a tope el acelerador hasta su casa. No estaba para hablar de un asunto que para él no tiene ningún sentido: una derrota tan dolorosa. Había abrazado a sus chicos hasta mañana, que volverán a entrenar porque la vida y la Liga esperan a la vuelta de la esquina. No les queda otra, aunque no tienen demasiado tiempo para pensarlo. Aguarda el Sevilla, que visita el Bernabéu el domingo (12.00 horas). Después, viaje a La Catedral, donde llegaría el alirón si el Madrid ha hecho todos sus deberes. Eso será el futuro, pero ayer... 


Estaban destrozados. Y Mou también, roto en mil pedazos. Un anuncio entre tanto dolor: «Si el club cree que puedo crecer con él, si los jugadores creen que podemos crecer, quiero intentar meter al Madrid el próximo año en la final de la Champions». 

Los sonidos alegres puede que estén a punto de sonar porque al equipo le queda la fiesta por la Liga, pero anoche todos se sintieron desolados. «Los fallos en los penaltis se justifican por sí solos. Estos son superhombres, mis jugadores son superhombres. Los fallos en los penaltis se justifican de la misma manera que los mejores tenistas del mundo son capaces de fallar un match-ball. Quien falla es quien tiene huevos», afirmó el portugués, aturdido por un golpe inesperado tras una prórroga en la que el campo llegó a inclinarse por hacia su lado. Un guiño de complicidad a Cristiano, Kaká y Ramos, los tres que marraron desde el penalti. 


Eso fue lo que siguió en su discurso: «Me entristece que la gente se olvide de que un jugador tan grande como Messi es capaz de fallar un penalti trascendente. Tres grandes jugadores míos han fallado. Ellos son los mejores, pero hay gente que critica porque se falla, pero es gente que sube en ascensor aunque viva en el segundo piso. La historia del fútbol está hecha de esto». 


El cansancio fue uno de los argumentos utilizados por el técnico para explicar el revés del Bernabéu: «No se puede jugar hasta que se mueran. Podemos continuar e ir a los límites, pero eso no es lo que se debe hacer. No estoy aquí para disculpar a nadie. Cuando algunos hacen doblete eso tiene un valor increíble. Yo en Italia presioné a los dirigentes para que partidos como el de hoy se jugaran con más tiempo de descanso. El Barcelona tuvo que jugar ayer después de muy pocas horas de descanso». Desde el clásico de Liga, se entiende, una cita cumbre, una final, que ha acabado penalizando a los dos grandes de la Liga española. 


El estado anímico de los jugadores no dejaba de dar vueltas en su cabeza. La presión que sufrieron los suyos la sintió de manera profunda: «Yo siento la presión de saber que los jugadores sufren eso, una gran presión. Yo disfruto más con la alegría de los demás que con la mía. Y sufro más con los problemas de los demás que con los míos. Tenemos cuatro partidos por delante para jugar. 

Hoy podemos decir que nos faltan cuatro partidos para terminar la temporada, tenemos que ganar seis puntos y los tenemos que lograr como los hemos obtenido hasta ahora: solos». Por supuesto, el guerrero se fue peleando, con su espada en todo lo alto: «Igual que los pseudomadridistas estaban tristes el pasado sábado [la victoria del Camp Nou], hoy estarán alegres».


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El Barcelona queda eliminado.



La imagen no pudo ser más desgarradora. Leo Messi, uno de los mejores jugadores que ha dado nunca el fútbol, luchaba con todas sus fuerzas por controlar un mar de lágrimas justo después de que Fernando Torres sentenciara el pase del Chelsea a la final de la Liga de Campeones. La estampa del diez argentino, que erró un penalti que bien pudo haber cambiado el destino de su equipo, quizá sirva como metáfora de la crueldad de este deporte. Porque el Barcelona, incapaz de aprovechar que su rival jugara con un hombre menos casi una hora, hizo todo lo que tuvo en su mano para estar en Múnich.

 Jugó hasta que se lo permitieron los nervios, creó ocasiones y se hartó de estrellar balones a los palos. En cambio, a los de Di Matteo les sobró con pasarse dos partidos enteros defendiendo y marcar en tres de los cuatro disparos a portería que efectuó en toda la eliminatoria para dejar fuera del camino a un Barça que fue despedido entre aplausos por su afición, consciente de que la justicia poética ha abandonado definitivamente al equipo. 


Y eso que el panorama no se le pudo poner mejor a los azulgrana cuando ni siquiera se había alcanzado el descanso. El Barcelona había conseguido remontar el 1-0 de Stamford Bridge gracias a los goles de Busquets e Iniesta. Y las malas noticias se le acumulaban a un Chelsea al borde de la locura. Justo después del gol inaugural barcelonista, John Terry se ganó la roja después de soltarle un puñetazo y un rodillazo a Alexis por detrás cuando pensaba que nadie lo miraba. 


Propio de un futbolista tan acostumbrado al juego sucio como a la bula. Debió pensar el estibador inglés que estaba en los suburbios de Londres después de tomarse unas pintas y que nadie tendría en cuenta tan lamentable guantazo. Lo que le faltaba a Di Matteo, que ya había perdido por lesión a su otro central titular, Cahill, y que no tuvo otra que jugarse la vida con sus dos laterales derechos, Ivanovic y Bosingwa, como centrales. 

Por desgracia para el Barcelona, la noche estaba abocada a la más absoluta locura. Sólo así se entiende que el Chelsea lograra emular la acción episódica de Stamford Bridge, otra vez en el añadido del primer tiempo, para volver a colocarse en ventaja en la eliminatoria. Lampard, una vez más, asomaba la cabeza desde la trinchera para engendrar la jugada del tanto inglés, culminada por Ramires con una fenomenal vaselina sobre la salida de un Valdés que no pasa por un buen momento. Como no podía ser de otro modo, era el primer disparo de los blues, que aunó un instinto de supervivencia encomiable con esa fortuna que siempre le había dado la espalda a una generación que parecía maldita siempre que abandonaba las islas. 


Poco tuvo que ver el Barcelona del primer acto, mucho más vivo y fresco en la elaboración, que el del segundo, ya condenado a la tensión propia del que intuye el abismo. Guardiola, consciente de que debía recuperar la identidad del equipo después de la traumática derrota del clásico, recuperó para el once a Piqué -sustituido por Alves después de un tremendo choque con Valdés-, Cesc y Alexis, todos ellos suplentes ante el Real Madrid. Eso sí, repetía con una defensa de tres que ha sucumbido en los dos partidos clave del curso, y confiaba otra vez uno de los extremos a uno de sus jóvenes canteranos, en este caso Cuenca. En un partido como el de ayer, más que nunca, el técnico se vio en la necesidad de reforzar su ideario. 


Pero no saldría casi nada. Sobre todo porque el Barcelona volvía a ver cómo el futbolista que ha soportado buena parte de la carga goleadora del equipo esta temporada, Leo Messi, clave de bóveda de todo el entramado, culminaba su semana trágica con otro partido para el olvido. Habilitado por un Alexis que cumplió a la perfección con su papel de agitador, La Pulga erró las dos ocasiones en el amanecer. En la primera, su disparo con la derecha se marchó al lateral. Mucho más clara sería la segunda, cuando el argentino, en su duelo al sol con Cech en el interior del área, no acertó a superar la siempre temible oposición del portero del Chelsea. 


Guardiola, que no se sentó en todo el partido, juraba en arameo mientras miraba al cielo buscando respuestas a tanta desgracia. Entretanto, corregía desesperadamente las posiciones de sus futbolistas en su acelerada búsqueda del gol redentor. Porque su equipo, que mantuvo encerrado al Chelsea toda la noche, no lograba ir más allá por mucho que los futbolistas persistieran. 

La desesperación del Camp Nou crecía a medida que se acumulaban las desgracias. Casi todas ellas con Messi como único protagonista. Después de que el colegiado turco viera un penalti de Drogba sobre Cesc que no fue tal, el diez tomó el cuero para cerrar de una vez por todas el asunto. Pero el argentino, incapaz de hacer caer a Cech antes de golpear el balón, acabó por estrellar su disparo al larguero ante los lamentos de una hinchada que comenzaba ya a temerse lo peor. 


Quedaba todo el segundo acto por delante, pero el Barcelona ya no volvería a jugar con la cabeza, sino con el corazón. Con todo lo que ello conlleva. Mientras Cech defendía como un titán la meta, la noche se consumiría con un gol anulado a Alexis, otro disparo al palo de Messi y la definitiva sentencia de Torres. Pocas veces el fútbol fue tan cruel con un equipo.
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Esta noche Barcelona-Chelsea.



El éxito en el fútbol es demasiado efímero como para seguir viviendo de éxitos para nada pretéritos. Poco importa que el Barcelona haya conseguido ya tres títulos esta temporada (Supercopa de Europa y de España, y Mundial de Clubes) o que vaya a jugar la final de la Copa del Rey contra el Athletic el mes que viene.

La valoración de su temporada, una vez dejado escapar el campeonato de Liga ante el Real Madrid, dependerá en buena medida de lo que ocurra esta noche en el Camp Nou frente al Chelsea, última frontera antes de la final de la Champions en Múnich. Choque que exige remontar un resultado tan peliagudo como el 1-0 de Stamford Bridge, y en el que el equipo azulgrana tendrá que corregir varios de los problemas que han convulsionado a la entidad en los últimos días. 

Ya sea la enfermiza dependencia de un Messi que no entrenó el domingo por una «indisposición» de la que nadie informó, ya sea el desencuentro de Guardiola con Piqué, ya sean las disfunciones tácticas en el pasado clásico. 
Las últimas suplencias de Geri, especialmente las dos últimas ante el Chelsea y el Real Madrid, han agitado al grupo en las últimas horas, consciente de que la situación compromete la estabilidad de la plantilla, tanto a nivel personal como deportivo.

 En cualquier caso, y sobre todo después de la dolorosa derrota frente al equipo de Mourinho, todo apunta a que Guardiola buscará la redención, la suya y la de su equipo, retomando algunas de las señas de identidad que se han ido perdiendo. El primer paso sería recuperar piezas a priori imprescindibles (el propio Piqué, Cesc o Alexis opositan a volver al once), para acabar dejando las piruetas tácticas esta vez en barbecho. El propio Guardiola aportó ayer la clave: «Es la hora de los jugadores, señores». 

Habrá que ver si Piqué forma parte de ese grupo. Ayer, tanto Guardiola como el central intentaron darse una tregua, al menos mediática, con declaraciones de amor por separado. Al técnico azulgrana se le entendió todo: «Gerard tiene una vida muy plena, con inquietudes que van más allá del fútbol. Hay jugadores que sólo tienen el fútbol en su cabeza, y éste no sería el caso. Pero yo no estoy aquí para decidir que [Piqué] haga esto o lo otro; o para decir si tiene que salir o no. Es un chico alegre y lo quiero así, como es, como ha sido siempre. Porque no ha cambiado desde que era un crío». 

Tampoco echó leña al fuego Piqué. Al contrario. «Mi relación con Pep es muy buena. Hablamos mucho, más de lo que la gente piensa. Él, simplemente, toma decisiones deportivas. Al míster le pagan para que lo haga. Pero no creo que sea importante si juego frente al Chelsea o no. Soy del Barça desde que nací. ¡Mi abuelo me hizo socio! Lo importante es pasar a la final», dijo el defensa en un elaborado discurso repleto de sentimiento y zanjado a su manera: «Pep me da mucha caña. Pero me gusta». 

La rueda de prensa de Guardiola poco tuvo que ver con las vistas en los últimos años. Al entrenador azulgrana no le importó dirigirse directamente a los periodistas para expresar su descontento por las críticas publicadas por su planteamiento en el clásico. Para ello, empleó un discurso crudo y guerrillero que remitió a tiempos pasados. «Yo no le debo nada a nadie. A mí me han colocado las juntas directivas, no ustedes [refiriéndose a los informadores presentes en la sala de prensa del Camp Nou]. Me han dado la libertad para que elija a los jugadores que deben jugar. Como Tello, por ejemplo. Si quieren atacar, que me ataquen a mí o a los veteranos, no a Cristian, que jugó que te cagas. O a Thiago, que estuvo enorme. No habéis sido buenos [dirigiéndose a la platea]». 

No lo está pasando bien Guardiola con esta nueva situación que le está tocando vivir. Mientras volvía a cerrar con su clásico «hoy no toca» las preguntas acerca de una renovación que sigue maniatando a la entidad, enfocaba su mirada hacia una nebulosa indeterminada para insistir en su malestar. «Sé que hay un cierto deseo de que no pasemos», soltó el técnico, sin especificar exactamente a quién se refería. 

Los partidos sin retorno invitan a climas cargados. Sobre todo cuando aguarda un Chelsea que amenaza con plantar a diez hombres frente a su área. La fe mueve montañas, dicen. Y Guardiola se aplica el cuento: «Déjenme pensar que pasaremos. Avalado por la fe indestructible en estos jugadores, no tengo dudas de que iremos a Múnich». 

ALINEACIONES 
Barcelona: Valdés; Dani Alves, Piqué, Mascherano, Puyol; S. Busquets, Xavi, Cesc; Alexis, Messi e Iniesta. 
Chelsea: Cech; Ivanovic, Terry, Cahill, Cole; Obi Mikel, Lampard, Ramires, Meireles, Mata; Drogba o Torres. 
Árbitro: Çuneyt Çakir (TUR). 
Camp Nou: 20.45 h. TVE1.
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Zidane "El Real Madrid-Bayern lo ganas tú"



No hay descanso porque el reto es de dimensiones históricas. Ganar un doblete Liga-Copa de Europa por vez primera desde 1958, desde los tiempos en que, con Di Stéfano en los mandos, el Madrid se convirtió en faro del fútbol mundial y cimentó su condición de mejor equipo del siglo XX, reconocido por la FIFA. 

Han pasado muchos años y el equipo blanco, con la Liga ganada tras su victoria en el Camp Nou, se encuentra a sólo dos partidos de concretar esa hazaña. Se trata de remontar un 2-1 ante el Bayern pasado mañana y de poner la guinda en la final del Allianz Arena de Múnich. Son dos esfuerzos más. Titánicos, pero sólo dos. 

Y para afrontar el primero, el desafío ante el gran enemigo europeo, el club ha lanzado a través de sus medios una impactante campaña que tiene como protagonista a Zinedine Zidane, el hombre que simboliza la imagen de la novena Copa de Europa. El francés pide el apoyo de todo el madridismo para la gran cita con una frase rotunda: «El Real Madrid-Bayern lo ganas tú». 


El ex jugador blanco asegura en un vídeo aderezado con algunas de sus inolvidables jugadas, que pese a que él ha hecho regates imposibles y grandes goles lo que más le ha impresionado es la afición del Real Madrid. Un Santiago Bernabéu unido a su equipo y principal protagonista de las grandes noches europeas del club blanco a lo largo de su historia. 

El equipo trabajó en Valdebebas horas después del triunfal retorno desde Barcelona, donde varios cientos de aficionados recordaron a la plantilla que en Cataluña sobrevive una numerosa tropa de vikingos. 

Ante la inminencia de la que puede ser primera final europea después de 10 años de abstinencia, el único motivo de preocupación es el elevado número de jugadores apercibidos de sanción. Si Xabi Alonso, Higuaín, Sergio Ramos y Fabio Coentrao ven una amarilla ante los alemanes tendrán que presenciar la final vestidos con traje y corbata.


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Esta noche el gran clásico.



Muchas cosas habrán cambiado cuando el árbitro Undiano Mallenco señale la conclusión del clásico poco antes de las diez de esta noche. El Barcelona, gran dominador del fútbol español -y también mundial- las últimas temporadas, triple campeón de Liga y con dos Champions en tres años, ve por primera vez comprometida su posición de poder. El Real Madrid se siente por fin preparado para afrontar un cambio de régimen que debería comenzar logrando el título liguero tras cuatro años marcados por la impotencia generada por un rival que parecía, hasta ahora, del todo inalcanzable. 

El triunfo del Barcelona, además de acercar a los azulgrana a un solo punto del Real Madrid en la clasificación, permitiría a Guardiola seguir ondeando la bandera de su celebrada obra de gobierno, con una propuesta de juego que sigue recibiendo elogios pese a decepciones como la sufrida el pasado miércoles en Stamford Bridge ante el Chelsea. Aún faltaría por ver cómo encajaría esa nueva generación de aficionados azulgrana que pocas veces ha visto perder a su equipo el alzamiento de un nuevo orden. 

Pep Guardiola, al que ayer le costó horrores dibujar una sonrisa en su comparecencia de prensa en el Camp Nou, dice sentirse con el deber cumplido. Gane o pierda esta noche. Gane o pierda la Liga. Gane o pierda la Champions o la Copa del Rey. Ayer tocaba sepultar uno de los grandes axiomas del deporte, ése que sólo elogia al ganador. «Ganar no lo es todo. Es una de las enseñanzas que me ha dado el deporte. 

Precisamente nosotros, con 13 de 16 títulos, podríamos haber hecho bandera de eso. Pero hay otras cosas que tienen mucho más peso». Así, el técnico azulgrana volvió a dejar el terreno preparado de cara a hipotéticos cataclismos mediáticos: «Pase lo que pase, quedaré satisfecho de esta temporada. Tengo la impresión de que hemos cumplido. Nadie nos puede reprochar nada. Hemos jugado muy bien al fútbol por cuarto año consecutivo. La gente está orgullosa de nosotros». 

No era ayer momento para discursos joviales y festivos. Pese a acumular 11 victorias consecutivas en la Liga, Guardiola sigue abrazado al pesimismo más absoluto en su incesante lucha por descargar de presión a sus futbolistas: «Si no ganamos, la Liga es del Madrid. Y si nos quedamos a un punto, seguirán teniendo el título en su mano. La única realidad es que ellos seguirán siendo líderes después del partido. Nosotros, simplemente, luchamos por sobrevivir». 

El Real Madrid que comparecerá esta noche en el Camp Nou, sin embargo, llegará con la obligación de cerrar un campeonato que hace unas semanas parecía tener ya sentenciado. El empate sería suficiente para los de Mourinho, aunque Guardiola aseguró que no espera encontrarse con una réplica de aquel Inter del catenaccio que dejó al Barcelona sin disputar la final del Bernabéu: «Nunca me dio la impresión de que los equipos de Mourinho fueran defensivos. El Madrid irá a ganar el partido. Siempre preparo el partido pensando que nos apretarán arriba». 

Guardiola se sabe el gran dominador de la escena, gran pantrocrátor barcelonista. Sólo así puede entenderse que a un mes de que concluya el curso, aún no haya hecho público si piensa renovar o no su contrato. Ayer, incluso, se corrigió cuando había dejado intuir su continuidad. «[Si no ganamos] nos prepararemos para el año que viene», dijo primero, para después rectificar ante la posible trascendencia de la frase: «Me refería a la institución, al club. El Barça seguirá preparado». Licencias que sólo él puede permitirse. 

Un poder similar al que ejerce sobre el terreno de juego Leo Messi. El papel del diez en el equipo es más hegemónico que nunca. Todo planteamiento ofensivo depende exclusivamente del papel que tome el argentino, único futbolista imprescindible para un Guardiola al que nunca le importó sacrificar piezas para extremar su efectividad y consecuente bienestar. Sólo así puede entenderse que La Pulga haya marcado la inhumana cifra de 41 goles en la Liga, el 43,61% del total de tantos del equipo. Sólo así puede entenderse que el segundo máximo goleador del equipo sea un centrocampista como Xavi Hernández , con diez tantos, los mismos que suma Alexis. 

El chileno, por cierto, será duda hasta última hora por una contusión sufrida en el partido frente al Chelsea. Pedro oposita a ocupar su lugar. Piqué, por su parte, podría recuperar su lugar en el centro de la zaga, ocupándose así Puyol del lateral zurdo. 

El Real Madrid de Mourinho, mientras, tiene una gran ocasión para demostrar que puede derrotar al Barcelona sin trivotes que puedan despedazar su esencia natural. Es lo que reclama el fútbol. 

ALINEACIONES 

Barcelona: Valdés; Dani Alves, Piqué, Mascherano, Puyol; S. Busquets, Xavi, Cesc; Pedro o Alexis, Messi e Iniesta. 
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Ramos, Marcelo; Alonso, Khedira; Di María o Kaká, Özil, Cristiano; y Benzema. 
Árbitro: Undiano Mallenco. 
Camp Nou: 20.00 h. GolT y C. Plus Liga.
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Raúl deja el Schalke 04



Sólo algunas pistas dio Raúl ayer sobre su próximo destino en la rueda de prensa en la que anunció que deja el Schalke 04. «Seguiré jugando, pero no en Europa. No será una liga tan fuerte como la Bundesliga», reconoció, deshaciéndose en explicaciones sobre la importancia que concede a la familia y sus deseos de pasar más tiempo con sus hijos. 

Los periodistas alemanes le preguntaron insistentemente si no había tenido que ver en esa decisión el hecho de que el Schalke solamente le hubiese ofrecido renovar por un año, con un contrato de cuatro millones de euros, y no por tres años, como había pedido él. Pero Raúl no tenía más que palabras de agradecimiento para directivos y aficionados del Schalke: «Estos dos años estarán para siempre en mi corazón por todo el cariño que he recibido aquí. Vielen Dank!», dijo. 


Por lo demás, el jugador se decidirá en las próximas semanas «entre dos buenas ofertas que tenemos» y que no quiso precisar durante su larga comparecencia ante los medios. 

El ex jugador del Real Madrid afirmó que también ha recibido otras dos ofertas muy tentadoras formuladas desde España, pero dejó muy claro que no se plantea volver y que su destino seguirá siendo internacional. 
«Auf wiedersehen Señor», se leía en una sentida pancarta portada por aficionados de Gelsenkirchen que se acercaron a las instalaciones del club. «Asta la vista», escribían en un esforzado aunque incorrecto español los alumnos de un local a los que entrevistaba la televisión alemana. 


El Schalke también quiso demostrar ayer mismo su buena sintonía con el español y ofrecerá al jugador una despedida más calurosa que la que recibió en su adiós al Madrid. El club alemán retirará el dorsal número 7 al final de la temporada, así como la organización de un partido homenaje que tendrá lugar en 2013. «Quiero hacer una mención especial a los fans. Ha sido algo maravilloso el cariño y el respeto que me han dedicado. Es algo muy especial.

 Nunca tendré palabras para agradecer el cariño y lo bien que me han hecho sentir estos dos años», insistía. 
Todos saben en Gelsenkirchen que la familia de Raúl se había integrado perfectamente en la vida alemana. Mamen, su mujer, se había hecho muy popular entre la élite local y gozaban hasta ahora de una confortable realidad cotidiana. 


La prensa alemana insiste en Qatar y un fichaje de nueve millones de euros como la causa de esta ruptura y Raúl mismo admitió durante la rueda de prensa que ha sido una decisión complicada, en la que ha tenido que dar vuelta a muchos pensamientos. «Pero creo que esta dura decisión es la mejor».
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Aún queda el partido de vuelta.


No estaba en la banda con su sempiterno abrigo negro. Pero anoche, mucho de lo acontecido en Stamford Bridge recordó a José Mourinho. Fue el portugués quien parió la columna vertebral que sigue sosteniendo a este Chelsea. Fue el actual entrenador del Madrid quien enseñó a esos futbolistas a convertir los partidos en encerronas, con defensas extenuantes y extrema efectividad en el contragolpe. 

El Barça debió maldecir que semejantes mandamientos permanezcan vigentes en su rival de ayer, al que le bastó con un disparo a puerta en todo el partido para llevarse el triunfo y obligar a los azulgrana a una complicada remontada si quiere acceder a la final. 

Roberto di Matteo tiene claro que para sobrevivir en el Chelsea no le queda otra que rendirse a las exigencias de los gerifaltes del vestuario, que nunca entendieron otro modo de ver el fútbol que el que les enseñara en su día su gran mentor. Así, el técnico italiano dio ayer una nueva vuelta de tuerca en su regreso a los orígenes del añejo Roman Empire descartando de inicio a Kalou para que Meireles completara un centro del campo repleto de músculo y nula creatividad.

 El objetivo, más que claro. El balón no debía interesar más que para propinarle un puntapié con Drogba como único destino. El plan sencillo, de toda la vida. 
En la víspera, Cesc Fàbregas ya avisaba de lo que podía ocurrir. «Cuando jugaba en el Arsenal, siempre ocurría lo mismo. Dominabas y dominabas. Pero a la primera que tenía Drogba, adiós». 

Y así ocurrió tras una pérdida de Messi en el centro del campo. Lampard ni la había rascado, pero un chispazo suyo en el tiempo añadido del primer acto habilitó la tremenda carrera de Ramires. El brasileño sólo tuvo que colocar el balón en el corazón del área para que el marfileño, tan pancho a sus 34 años, lo embocara a gol ante el desconcierto de Mascherano, que se hartó a resbalar, y Adriano, incapaz de estorbar al enemigo. Sí, era el primer tiro a puerta del Chelsea.

El resto de cosas, por entonces, poco parecía importar. Como que el Chelsea no tocara el balón los dos primeros minutos. O que el Barcelona rondara el 78% de posesión, cifra del todo escandalosa en unas semifinales de la Liga de Campeones y en campo rival. O que un futbolista como Antonio Mata tuviera que pasarse el partido corriendo detrás de Adriano. El colmo. 

No hay dudas acerca la gran capacidad de los de Guardiola en gobernar los partidos. Otra cosa es que ello se traduzca en acierto de cara a puerta, uno de los escasos puntos débiles que se le adivinan a este equipo. Porque el Barcelona bien pudo haber sentenciado la eliminatoria en un primer tiempo en el que se escurrieron hasta tres goles. 

Una genialidad de Iniesta, la primera de unas cuantas, dejó a Alexis solo ante la salida de Cech. El chileno levantó bien el cuero sobre el casco del meta, pero el balón no bajó lo suficiente como para atravesar la última frontera que quedaba, la del larguero. Mal augurio en una noche de perros, con esa llovizna londinense que produce el mismo efecto que la tramontana a Dalí. 

La defensa del Chelsea, comandada por Terry y un Cahill que pese a su nula cintura supo cortarlo casi todo, se las apañaba para cerrar vías de escape. Los centrales ingleses, sin embargo, no dieron con el balón que Cech dejó a los pies de Cesc, en una posición franca para inaugurar el marcador. El centrocampista de Arenys, sin embargo, remató todo lo mal que pudo con la pierna zurda. 

Tampoco pudo aprovechar el ex capitán del Arsenal un servicio de Messi que invitaba al gol. Cesc superó esta vez la salida del portero del Chelsea, pero la pelota no voló lo suficiente como para evitar que Cole la acabara sacando bajo palos. Fàbregas, que ha confesado que en ocasiones se siente perdido -especialmente cuando le toca jugar como interior- está dispuesto a alargar su mal fario con el gol.

 No marca desde febrero. Uno de los que más pagó el cerrojazo británico fue Messi. Y eso que no se cansó de intentarlo en el estadio donde se doctorara en 2006, aquel día en el que acabó para siempre con la carrera de Asier del Horno. A La Pulga no le quedaba otra que retrasar continuamente su posición hasta el centro del campo para olisquear el balón. Pero ni con ésas. Sus avances casi siempre concluían en la pared levantada por el Chelsea frente a su área. Tampoco le ofrecía muchas alternativas Alexis, sustituido en la reanudación por un Pedro que mandó un balón al palo en el ocaso. 

Pocas soluciones encontró Guardiola a un destino inevitable. Porque Di Matteo hizo recular aún más sus líneas. Y porque el Barcelona, con el paso de los minutos, vio cómo el jeroglífico inglés era cada vez más indescifrable ante semejante acumulación de hombres y piernas y la imposibilidad de encontrar espacios en la ratonera de Stamford Bridge. Resta por ver si el próximo martes, en un estadio como el Camp Nou, al Chelsea le alcanzará con tan poco.
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Mou espera recibir el apoyo del Bernabéu el próximo miércoles.

Seguramente, si consigue regresar, el próximo 19 de mayo por la noche, al mismo sitio en el que ayer se sentó para contestar a cuatro preguntas de la prensa, no tenga que decir basta antes de quedarse afónico. Apenas hubo cuatro preguntas para el técnico del Madrid: «¿Alguna pregunta más?», solicitó su responsable en la materia. Silencio al otro lado. El asunto es que parece mejor seguir escribiendo sobre los argumentos acumulados que pedir explicaciones por ellos al responsable directo de lo que sucede en el campo. 

Hoy, muchas crónicas afirmarán que el Madrid de anoche estuvo reservón, que Mourinho escogió la línea conservadora, o como se llame. Muy pocos de los que escribían esto en sus crónicas y contracrónicas se atrevieron a preguntarle al técnico para ver si les daba algo de luz. Es lo que hay. Por eso, que nadie le espere antes del 18 de mayo, si es que hay motivo: su intención es la de no volvera a dar rueda de prensa hasta la previa de la final de la Liga de Campeones, con la excepción hecha, claro, del partido de vuelta el próximo miércoles en el Bernabéu. 

Dicho esto, las sensaciones en el entrenador blanco se mezclaban en su cabeza, por muy ordenado que parezca tenerlo todo. «El resultado es una derrota, pero no se trata de una remontada loca ni histórica, ni nada de esto en el partido de vuelta. Lo que espero es un Bernabéu volcado con su equipo para llevarnos hasta la final. No creo que se vaya a tratar de un partido con angustias de tener que marcar tres o cuatro goles», afirmó el entrenador portugués. 

Pero por sus venas correrá hasta que se le pase la impresión, una vez más, de que se fue por el desagüe en el último instante un marcador estupendo. Ocurrió ante el Málaga, el Villareal y anoche. El último minuto se está conviertiendo en el que el Madrid debe aprender a jugar, ya que los otros parece tenerlos claros. «¿Por qué hemos perdido? Porque Mario marcó en el minuto 90». 

Otra de las sensaciones que le queda a la afición del Real Madrid es que hay algunos jugadores que necesitan una dosis de ginseng, o como quirera que se llamen esas hierbas que te elevan el espíritu y lo que no es el espíritu. «Es abril y es lógico que, a estas alturas de la temporada, con tantos partidos, hay algunos jugadores que ya no están a tope. Es lo que hay y tenemos que aceptarlo», asumió, con resignación, Mou. 
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Vicente del Bosque seguirá siendo el seleccionador nacional.



Vicente del Bosque ha llegado a un acuerdo con la Federación Española de Fútbol para renovar como seleccionador nacional. El compromiso entre el entrenador y el organismo finalizaba después de la próxima Eurocopa, que se disputa a partir del 8 de junio en Polonia y Ucrania. 

El técnico salmantino confirmó anoche en los micrófonos de Al primer toque de Onda Cero que seguirá después de la cita continental, en la que España defiende el título logrado en 2008, pero no hasta cuándo. Todo apunta que será hasta el próximo Mundial de Brasil 2014. «He renovado como Seleccionador Nacional. He renovado mi contrato con la RFEF», anunció. 


Del Bosque asumió el cargo en julio de 2008, pocos días después del éxito del combinado nacional en Austria y Suiza, con Luis Aragonés en el banquillo. En sus casi cuatro años como seleccionador ha ganado un Mundial y ha logrado que su España sea la que más partidos ha ganado y goles ha marcado de la historia. 
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Fernando Alonso ``no tenemos tracción ni velocidad punta´´.



La explosión de adrenalina y la paliza física de carreras tan estresantes como la de ayer, en Shanghai, deja a los pilotos desfondados. En Fernando Alonso se nota perfectamente cuando se sienta frente a los medios de comunicación en la rueda de prensa de los domingos. Le cambia hasta el tono de voz, más suave, menos guerrero. Ayer digería el noveno puesto con resignación, sin ganas de criticar la cuestionable estrategia de su equipo ni de tachar de agresivo al piloto Pastor Maldonado, con quien se jugó los cuartos en las últimas vueltas de la prueba. 

«No ha hecho nada raro. Hay pilotos y pilotos. Y sabes con quién te mides en cada batalla. Durante 10 vueltas intenté superarlo en la recta, pero ni siquiera estuve cerca de conseguirlo, porque incluso con cada vuelta iba perdiendo velocidad comparado con él, así que no fue posible», explicó. Precisamente en el Gran Premio de Australia, en la primera cita del Mundial, fue el venezolano el que acabó fuera de combate tras un lance parecido. 


El español recopiló datos con sus ingenieros ayer por la tarde y se marchó hacia el centro de Shanghai, a darse una ducha en su hotel. Le esperaba una cena desenfadada para planear los próximos días en la ciudad china, donde prolongará su estancia antes de viajar a Bahrein, el próximo miércoles. Pretende reducir así al máximo su presencia en el conflictivo emirato, como harán la mayoría de los pilotos a petición de sus respectivas escuderías. Éstas prefieren evitar riesgos y que sus estrellas estén más liberadas que en la isla árabe, donde les espera un férreo dispositivo de seguridad. 

Allí teme Alonso que las cosas, al menos en la pista, tampoco le vayan mucho mejor, a la espera de ver los síntomas de su coche bajo las extremas temperaturas del desierto. Este pasado fin de semana, las mínimas novedades que incorporaron a su monoplaza -algunas insignificantes a la vista- no aliviaron la salud del F2012. «No tenemos tracción ni velocidad punta. En la recta no he hecho ningún adelantamiento, sólo en puntos inusuales», relataba. 

Y con estas trazas, sin algo tan básico como la rapidez que se espera de un Ferrari, el piloto asturiano se vio forzado a estrujar una máquina todavía enclenque, a la que le faltaba el aire entre tanto rival. «Tengo el convencimiento de que en una carrera sin tráfico, o con algo de aire limpio por delante, el coche iría más rápido de lo que hemos visto hoy [por ayer], ya que no he podido dar tampoco ninguna vuelta libre, con seis o siete coches por delante y muy cerca unos de otros durante toda la carrera», comentaba, intentando rascar algo positivo a la peliaguda situación mecánica de la Scuderia. 

En la firma italiana se agarran a los buenos botines de puntos de las dos primeras carreras para respirar con cierto margen a estas alturas, a la espera de mejores tiempos, en teoría a partir de Montmeló, donde el piloto estima recuperar dos décimas con sus rivales. Ayer voló el circunstancial liderato del Mundial, pero siguen manteniendo la fe, sobre todo al ver también el campeonato tan abierto, con tres ganadores distintos en los tres primeros grandes premios. 

Teoría del vaso medio lleno que utilizó Alonso en Australia... O medio vacío, porque él mismo ha reconocido este fin de semana que si no cambian las cosas, en cada carrera irán perdiendo puntos de forma preocupante. 
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Facilísima victoria del Mallorca en EL Sardinero.


Que nadie culpe al Mallorca. El Racing ya era un cadáver cuando los bermellones decidieron pasearse por El Sardinero. El equipo de Joaquín Caparrós consiguió una facilísima victoria en Santander ante un rival que vagabundea por Primera a la espera de su descenso matemático, pues no cabe otra en un grupo sin alma, errático en un camino que pareció enderezarse antes de las Navidades, pero que lleva camino de convertirse en un suplicio. 

El conjunto insular golpeó en los momentos clave con un gol en el segundo 21 y otro en el 46 de la segunda parte. Lo que le faltaba a un Racing sin ideas, ni corazón ni fortuna. Los cántabros otorgaron al Mallorca el escenario más sencillo para certificar la permanencia de forma casi definitiva, pues parece cada vez más claro que los tres que hoy ocupan el descenso terminarán en ese mismo lugar.

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Atlético de Madrid 1 Real Madrid 4.

El derbi fue tal hasta que quiso el Madrid, no hubo más. La prueba es de qué forma reaccionó al empate del Atlético, porque hasta entonces no jugó, sólo marcó. Cuando lo hizo Falcao, en cambio, partió determinado a sitiar el área contraria, sin desconcentrarse en absoluto, ya con Özil en lugar de un Kaká superado por la exigencia del choque, lo mismo que Benzema, apagado. Días como éstos son para Cristiano. Con otra bomba inteligente colocó en ventaja al Madrid, que ya no se detuvo. Su ritmo metió a un buen Atlético hasta entonces en la freidora. Junto al Calderón estaba su primer Rubicón para llegar al Camp Nou con red, y salvo un accidente contra el Sporting, así será. 

El primer disparo de Cristiano, en la falta, encontró la parábola y la caída justas, algo que le había costado al portugués esta temporada a balón parado. Pero también a un Courtois de sal, mal colocado, lejos del que debía ser su palo. Es cierto que su tiempo de reacción no empezó hasta que el balón traspasó la barrera, pero su posicionamiento inicial era deficiente. Antes que esperar de un portero estiradas imposibles, hay que empezar por los fundamentos. El belga los tiene, y los ha demostrado, pero en esta ocasión extravió el manual. 


Los balones de Cristiano son como bombones con cicuta. De la misma forma que para defenderlo en el juego es necesario anticiparse, que no reciba, en los lanzamientos es indispensable colocarse de forma adecuada. Todo ello no garantiza que el portero detenga el balón, pero sí que se encuentre en situación de dar respuesta. La imagen, en el primer disparo comprometido, dejó en mal lugar a Courtois, inmóvil, pero eso es lo de menos, no es cuestión de intervenciones demagógicas. Menos pudo hacer en el segundo lanzamiento, poco o nada en el penalti, y cuando se redimió en un mano a mano contra el demonio de los 40 goles, ya no servía de nada. 


El tanto inicial, una acción aislada en un derbi inicialmente atropellado e impreciso, sin dueño, dejó al Madrid ante su coyuntura ideal: espera y contra. El equipo de Mourinho es peligroso, mucho, sin la pelota, porque eso significa que está a punto de robar y matar a su adversario. La estrategia, sin embargo, tiene una parte de penitencia, y es que deja crecer al adversario. El Atlético tomó la pelota y comenzó a sentirse como hasta entonces no había podido, a gusto y seguro, a pesar de ir por detrás en el marcador. 

Diego se hizo el dueño del centro sin discusión, con un Madrid en exceso contemplativo ante sus evoluciones. En la medida en la que crecía el brasileño, se movía Falcao y se asociaba con Adrián. Simeone no había dudado y había salido con todo. La llegada del empate fue la consecuencia de la apuesta y de lo que sucedía en el campo, con una secuencia en la que participaron Turan, Diego, Adrián y Falcao, los mejores. Después de remates mordidos, encontró uno limpio el colombiano. 


De ahí en adelante, en cambio, el Atlético ya no pudo encontrarse en las mismas circunstancias, gustarse, porque el tren blanco lo superó. Fue como el temblor que precede a la erupción. Martilleó Cristiano, se equivocó Godín y el resto fue la historia de siempre, con la cabeza alta para el Atlético, no hay duda, pero con las mismas cabezas de diferencia.


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Ozzie Guillen suspendido cinco partidos por gritar ``Viva Chavez´´


«Amo a Fidel Castro». Esas declaraciones al semanario Time han estado a punto de costar a Ozzie Guillen, el entrenador del equipo de béisbol de Miami, los Marlins, el cargo. Y todavía no está claro que así sea. Ayer, la dirección de los Marlins anunció que suspende a Guillen durante cinco partidos, pero para una parte de la hinchada del equipo -uno de los mejores de la Liga de béisbol de EEUU- es insuficiente. Lo único que les puede calmar es el cese del entrenador. 

Guillen se había cavado su propia tumba a conciencia. Concedió una entrevista a Time en la que, además de su profesión de amor a Castro, declaraba que «respeto a Fidel Castro. ¿Sabes por qué? Mucha gente ha tratado de matar a Fidel Castro durante los últimos 60 años, pero ese hijo de puta todavía está ahí». Sus disculpas sólo han liado las cosas más. El entrenador y ex jugador de béisbol ha declarado que la entrevista se realizó en español y que la traducción es errónea. Time replicó afirmando que había sido en español y que lo publicado correspondía a lo que Guillen había dicho. 

Mejorando lo presente, ahora ha aparecido en YouTube un vídeo en el que Guillen, que es venezolano, grita «¡Viva Chávez!», el presidente -para muchos, dictador- de ese país. Y el entrenador ha tratado de salir del paso declarando que fue su hijo (al que no se ve en el video), y no él, quien lo dijo.

Las declaraciones de Guillen son casi una sentencia de muerte social en Miami, una ciudad que tiene 856.000 exiliados cubanos que en su mayor parte sienten un afecto similar por Fidel Castro al que los neoyorquinos pueden tenerle a Osama bin Laden. Ayer había pancartas en la ciudad de Florida comparando a Castro con Hitler y exigiendo a Jeffrie Loria, el propietario de los Marlins, que despida a Guillen. 

El escándalo no debería haber sorprendido a la hinchada de los Marlins. En 2006, Guillen se negó a ir a la Casa Blanca a saludar a George W. Bush cuando el equipo que entonces dirigía, los White Sox, ganó las World Series, o sea, el campeonato de béisbol de EEUU, pero sí fue a Venezuela a presentar sus respetos a Hugo Chávez. También se ha quejado de que los jugadores asiáticos reciben un tratamiento mejor que los hispanohablantes. 

El todavía entrenador de los Marlins ha demostrado con sus críticas en los medios de comunicación una habilidad dialéctica que le sitúa incluso por debajo de Clemente o Mourinho. Así, llamó «maricón» al periodista deportivo del diario Chicago Sun-Times Jay Mariotti, cuando éste publicó un artículo criticando a los White Sox. 

En descargo de Guillen, sin embargo, hay que matizar que Mariotti no es un personaje de fácil trato: tiene prohibida la entrada en varios bares y discotecas de California y tuvo una pelea con el ex jugador de béisbol Ken Harrelson de la que salió con la nariz partida. Mariotti también ha sido arrestado por malos tratos a su entonces novia. 

Ahora, sin embargo, Guillen ha abandonado toda su arrogancia y se muestra como una víctima. No sólo tiene en juego un contrato de 7,6 millones de euros por cuatro años, sino toda su carrera. El entrenador fue fundamentalmente despedido de los White Sox por su historial de excesos verbales, y fichado por los Marlins para reforzar el atractivo del equipo entre la comunidad hispana de Florida. Guillen debería haber sabido dónde se estaba metiendo cuando habló con Time. A fin de cuentas, no es casualidad que el estadio de los Marlins esté en el barrio de Miami conocido como Pequeña Habana.

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El Barcelona ya está a 4 puntos.


Pep Guardiola ha ido repitiendo su letanía desde que el Barcelona se derrumbara en Pamplona en la jornada 23 y permitiera que el Real Madrid tomara diez puntos de distancia en el liderato. «Olvidaos de esta Liga, no la ganaremos. Es imposible». Palabras que el técnico azulgrana ha ido soltando cíclicamente desde entonces ante su púlpito mediático mientras, tras las paredes del vestuario, intentaba agitar a una plantilla que siempre consideró «injusta» semejante diferencia de puntuación. 

La derrota en el Reyno de Navarra inauguró, sin embargo, una racha de nueve triunfos de un Barcelona arrastrado por Messi y que suele concluir las temporadas en su pico más alto de rendimiento (así lo suele concebir su preparador físico, Paco Seirul·lo). El Real Madrid, en cambio, ha dejado escapar seis puntos desde entonces. Con el equipo de Mourinho a cuatro puntos de distancia y a falta de apenas siete jornadas por disputarse, ese «reto titánico» del que hablaba Guardiola parece cada vez más cercano. Por si fuera poco, una victoria barcelonista mañana ante el Getafe colocaría a los azulgrana a un punto del Real Madrid, a la espera del derbi del miércoles frente al Atlético en el Calderón. 

El optimismo barcelonista tiene mucho que ver con el calendario que aguarda a unos y otros, con una cita culminante, el clásico del próximo 21 de abril en el Camp Nou, partido que bien podría decidir el campeonato. 
El Barcelona, que sólo ha perdido un punto en su estadio en todo el torneo (un empate frente al Sevilla), fija la vista en las tres salidas que le restan. Si acaso, la más peliaguda sería la del Ciutat de València ante ese Levante europeo que ya le ganó al Real Madrid esta temporada. Luego quedarían la visita a Vallecas (plaza donde el Real Madrid sudó sangre para llevarse el triunfo) y un último encuentro en el Benito Villamarín ante un Betis que podría ser que ya no se jugara más que la honra. 

El Real Madrid, en cambio, quizá no encuentre algo de respiro hasta que alcance las dos últimas jornadas de Liga con dos partidos, a priori, de escaso peligro (la salida al campo del Granada y la visita en el cierre del torneo de un Mallorca con poco más que decir en el campeonato). Antes, eso sí, le tocará afrontar compromisos de lo más peliagudos, tanto fuera como en casa. A los de Mourinho no les quedará otra que sacar los máximos puntos posibles de tres campos especialmente hostiles: Vicente Calderón, Camp Nou y San Mamés. 

Ya en casa, el próximo sábado recibirá la visita de Clemente, quien quizá agote sus últimas balas para opositar a la salvación del Sporting imitando aquel cerrojazo que a punto estuvo de costarle un disgusto al Barça en el Camp Nou. A tres jornadas de la conclusión, será el Sevilla del ex madridista Míchel -con alguna que otra cuenta pendiente con los actuales dirigentes blancos- quien acuda al Bernabéu. 

Con el actual sistema de competición nunca un equipo ha dejado escapar diez puntos de renta para acabar perdiendo una Liga. Si acaso, el referente más cercano sería el de un compatriota de Mourinho, Carlos Queiroz, que en el curso 2003-2004 brindó el campeonato a un Valencia al que aventajaba en ocho puntos a falta de 12 jornadas.
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Valentino Rossi no se rinde nunca.


En la foto de familia de la renovada parrilla de MotoGP, realizada antes de que cayera el sol en la eterna recta de meta del trazado qatarí de Losail, por primera vez no aparece sentado en los puestos de honor junto con Casey Stoner, Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo. Una línea que la completan Ben Spies, Andrea Dovizioso y Cal Crutchlow. Justo detrás del vigente campeón del mundo de MotoGP, una fila más atrás, emerge la figura de un piloto espigado, sonriente y con nueve títulos de campeón del mundo a sus espaldas tras 16 temporadas en el Mundial. 


En el curso que arranca este fin de semana, por vez primera, Valentino Rossi no entra en el selecto grupo de los favoritos, después de que el pasado curso su casillero de victorias terminara a cero. Un hecho inédito hasta la fecha. 
«El año pasado tampoco era uno de los favoritos, pero todo el mundo me metía en el grupo. Es una situación especial la que me ha tocado vivir, pero prefiero esto que lo del año pasado», analiza Il Dottore, que apunta a Stoner y Lorenzo -los más rápidos a lo largo de la pretemporada y de los primeros entrenamientos- como los favoritos. «También Pedrosa, que no estará lejos», matiza. 


Reconoce que aún le queda mucho trabajo por delante, que la temporada será dura. «Puede que se ponga en duda mi futuro, pero no mi pasado. Esta temporada es muy importante y debemos mejorar. Visto lo visto hasta ahora en los entrenamientos, habrá que pelear incluso para estar por delante de los que no cuentan», asegura después de terminar ayer la octava posición, en la segunda jornada de entrenamientos del GP de Qatar. 


Ni Ducati ni Rossi pueden permitirse volver a fallar en un año crucial, pero confían en dar la vuelta a la situación en las primeras carreras de la temporada. El problema radica, como en el pasado curso, en la falta de feeling en la rueda delantera. Cuando suelta el gas para entrar en la curva es donde sigue sufriendo y cuanto más rápido va, más pierde el centro de la curva. 


«Mucha gente, entre la que yo me incluyo, sigue creyendo en Valentino. No creo que sea un problema suyo, de que tenga 33 años, sino de dar con una buena puesta a punto de la Ducati. Valentino no es tonto y sabía que se podía encontrar con los problemas que se ha encontrado. La Ducati es una moto muy especial. Él ha visto cómo un montón de pilotos con mucho talento se subían a la Ducati, pero el único capaz de sacarla partido ha sido Stoner», analiza Ángel Nieto, que conoce al piloto italiano desde que era un niño. 


Después de la desastrosa temporada vivida, la fábrica de Borgo Panigale decidió dar un cambio radical, pero sin renunciar a su característico motor donde los cilindros forman un eje de 90 grados. 
Carta blanca para Il Dottore, que exigió cambiar el chasis de fibra de carbono por el tradicional de aluminio, de uso común en las fábricas japonesas y que permite una mayor agilidad en la entrada en curva y un pilotaje menos físico. Pese a todo, los problemas no se han solucionado del todo pero Valentino no se rinde nunca.


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En el fútbol español,no hay crisis.


Aquí no hay crisis. Entiéndase el «aquí» circunscrito al fútbol, porque el «no hay crisis» no es aplicable, claro está, a España, y ni siquiera al deporte. Sólo hay que preguntar a las Federaciones deportivas pobres, donde no saben cómo cuadrar cuentas después del recorte presupuestario del Gobierno a las subvenciones. Pero aquí, en el fútbol, aunque haya deuda, y mucha, según Hacienda, no hay crisis. Porque toda Europa casi cabe en España.

 Tras la clasificación de Atlético, Athletic y Valencia para las semifinales de la Europa League, y sin olvidar a los champion Madrid y Barça, el fútbol de aquí se apropia de cinco de las ocho plazas vigentes en los dos grandes torneos. En un exceso de chovinismo casi se podría nacionalizar a ese Chelsea de Mata y Fernando Torres o al Sporting de Lisboa donde Capel ejerce de estrella. Es decir, salvo ese Bayern de Múnich, de Ribéry, de Robben, ¿de Merkel?, el continente tiene corazón español. Más aún desde ayer. 


En 16 minutos, el Valencia le dio la vuelta a su cruce, antes de la goleada (4-0); el Athletic no se descompuso ni ante el zarpazo del incansable Raúl, muy español él, y el Atlético avanzó con un gran gol de Adrián y se serenó por la vía de Falcao. Pleno en Europa League, cinco españoles en semifinales continentales, un logró único desde 1980, cuando Alemania tuvo un repóquer entre los mejores. España se supera a sí misma, a aquella de 2001, cuando el Valencia y el Madrid jugaron las semifinales de la Liga de Campeones, mientras el Alavés y el Barça destacaban en la UEFA.
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