lunes, 9 de julio de 2012

Alonso lento con los neumáticos blandos.



Puede que después del diluvio del sábado, al cielo de Silverstone no le quedase una sola gota que derramar. O puede que el tímido sol de la campiña británica quisiera participar también en el gran premio después de un fin de semana ausente. Lo único cierto es que Fernando Alonso aguardó sin éxito durante 38 vueltas a que la lluvia le hiciera un nuevo guiño y le evitase el trago de tener que encomendarse a unos neumáticos blandos de los que siempre receló. 

Y fue con ellos, precisamente, con los que tuvo que afrontar el mano a mano final con un Mark Webber que nunca perdió la esperanza de dar caza al bólido rojo de su amigo. Ese momento llegó a cuatro vueltas del final. Con el Ferrari bailando sobre su nuevo calzado, en su intento por esquivar los mordiscos del Red Bull. Con la mirada del asturiano clavada en su retrovisor, donde hacía tiempo que el morro del bólido energético había quedado tatuado. «Mark venía demasiado rápido, nos tocamos y era mejor acabar en el podio que con un cero». 

Fue la explicación del bicampeón para un adelantamiento inevitable y esperado desde su último paso por boxes. Sus neumáticos blandos habían depuesto las armas incluso antes de sus peores previsiones. Esas añoradas gotas habrían evitado el mal trago de ver cómo el Red Bull de su amigo Mark se escapaba sin oposición en busca de su segunda victoria del curso. «Los neumáticos blandos eran un poquito más lentos, nos daban algo de subviraje y el balance ha cambiado, lo que nos ha matado un poco el rendimiento del coche.

 Éramos un poco lentos», lamentaba después de ver cómo se había escapado en el último suspiro lo que saboreó durante más de una hora cómo su tercer golpe del curso. Incluso cómo la añorada pole no había sido suficiente para ser el primero en pasar bajo la bandera a cuadros. Quizás recordando que hace un año oteó el horizonte desde lo más alto del podio en su único respiro del año. 

Sin embargo, antes de ese golpe de gracia había recibido un primer aviso de Mark Webber recién apagado el semáforo. El australiano trazó una violenta diagonal en busca de la puerta hacia la cabeza de carrera pero Fernando Alonso, con un golpe de timón de similar magnitud, cerró cualquier resquicio. Fue el único sobresalto serio que vivió el asturiano durante lo que parecía destinado a convertirse en un plácido paseo por la soleada campiña inglesa.

 Respaldado por sus neumáticos duros, se mantuvo en calma, ajeno a cualquer batalla. Lejos de las guerras de guerrillas que se libraban en la zona media. Y así viajó durante durante casi 40 de los 52 giros sobre el reseco asfalto de Silverstone. Apenas un mínimo cara a cara con su viejo socio Lewis Hamilton, desdibujado durante todo el fin de semana igual que el otro McLaren, el de Jenson Button, con tintes de espejismo provocado por los inesperados rayos del sol. Alonso se deshizo de su excompañero y no volvió padecer sobresalto alguno hasta su última visita al garaje en la vuelta 38.

Un pitstop que obligó a adelantar el contundente ritmo de Mark Webber desde su retaguardia. Pequeño cambio de planes en la Scuderia para evitar que los más de seis segundos que mantenía de margen con el australiano se escapasen. Todo resultó inútil porque a 20 kilómetros para el final, la que asomaba como su tercer triunfo del año, quedó desdibujada por la estela del Red Bull. Por fortuna no hubo tiempo ni distancia para que Sebastian Vettel, que llegaba tan rumboso como su compañero, amenazase su privilegiado botín. 

Alonso había perdido la batalla de Silverstone, pero con la calculadora pensaba en la guerra por el Mundial. Esa lucha por el tricampeonato con el que lleva soñando un lustro. Por eso, desde su parcela del podio, lanzaba una última mirada a su amigo Webber, dejándole claro que es él quién manda en este campeonato. Observando de reojo también al dueño de las dos últimas coronas, Vettel, tercero, que apenas ha podido exhibir un gramo del potencial con el que asoló el campeonato durante el curso anterior. Saboreando ese segundo puesto que le permite encadenar 21 carreras consecutivas puntuando. Lo mismo que firmar 25 podios en sus 47 grandes premios como ferrarista. No hay tiempo para la reflexión porque Ho-ckenheim, próxima parada en dos semanas, ya asoma en el camino.

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