martes, 3 de diciembre de 2013

Tom Daley sale del armario


Tom Daley (Plymouth, 1994) se convirtió en Pekín 2008 en el segundo británico más joven en participar en unos Juegos Olímpicos. Fue séptimo. Un año más tarde se proclamó campeón del mundo, con 15 años. 

En Londres, con currículo de veterano y cara de niño, retrocedió hasta el bronce. Su carrera, alumbrada por los focos potentes pero intermitentes de los Juegos Olímpicos, volvió a ser noticia ayer por un vídeo en el que confesaba su homosexualidad. 

«Mi vida cambió radicalmente esta primavera cuando conocí a alguien. Me hace sentir tan feliz, tan seguro. Ese alguien es un chico», reconoce Daley en la grabación que compartió con los seguidores de su canal en Youtube. 

Su caso, pese a las similitudes, contrasta mucho con el de Greg Louganis, cuatro veces oro olímpico y cinco veces campeón mundial de salto, que admitió ser gay en 1995, ya retirado, en una entrevista con la popular presentadora Oprah Winfrey. 

No era el primero en anunciar su condición sexual, pero su historia adquirió notoriedad porque, al mismo tiempo, reconoció ser poseedor del VIH. A la mente de todos volvió la imagen de Louganis sangrando tras golpearse en un salto en 1988, en los Juegos de Seúl. Por entonces ya conocía su enfermedad, pero no avisó a la organización. «Puede parecer irresponsable ahora, pero no creí que algo así fuera posible», dijo años después. 

Hoy Louganis, casado hace apenas un mes, es referente dentro de un colectivo al que cada vez se suman públicamente más deportistas profesionales. Uno de los últimos: Jason Collins, que el pasado mes de abril se convirtió en el primer jugador en activo de la NBA en declararse homosexual. 

El pívot de los Washington Wizards recibió innumerables llamadas de apoyo, pero una de ellas resaltó por su simbolismo. Al teléfono estaba Tim Hardaway, un histórico de la Liga. Su llamada era el perfecto reflejo de la evolución en la tolerancia hacia los deportistas gays. En el deporte en general y en el americano en particular. Seis años antes, cuando el ex jugador John Amaechi salió del armario, las palabras de Hardaway sacudieron a todos: «Odio a los gays. No me gustan, y no me gusta tenerlos cerca, soy un homófobo».

Durante mucho tiempo el proceso fue más dramático. Roy Simmons, prototipo del jugador salvaje de fútbol americano: defensa de 130 kilos, lo vivió escondido y ocultado tras las drogas hasta su retirada en 1983. 

También el boxeador Emile Griffith, cuya frustración por no poder liberar su personalidad le llevó a matar a golpes sobre el ring del Madison Saquare Garden a Benny Paret en 1962, mientras el cubano no paraba de llamarle «maricón». Nunca logró recuperarse: «Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Pero amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida».

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