El entrenador de la Fiorentina despedido por agredir a un jugador suyo.
Quizá fue el mal resultado de su equipo -que perdía por 0-2 contra el ya descendido Novara-, o quizá una provocación de Adem Ljajic -tras ser retirado en mitad del partido- lo que llevó a Delio Rossi a perder los nervios y emprenderla a puñetazos contra su jugador el pasado miércoles. El club toscano no ha perdido el tiempo y ha despedido al técnico en lo que ha definido como un «gravísimo episodio». La Fiorentina ha confiado el equipo a Vincenzo Guerini para los dos últimos encuentros de la temporada.
«No se puede demonizar a un entrenador a pesar de que haya realizado un acto deplorable», defiende Arrigo Sacchi, ex técnico del Milán y del Atlético de Madrid. «Rossi es un gran profesional y seguramente estará arrepentido de lo que ha pasado, sin embargo, no tenemos que maravillarnos por lo que ha ocurrido vista la excesiva tensión en el mundo del fútbol», añade Sacchi, que denuncia las urgencias del fútbol actual: «Hay que ganar siempre, a toda costa, por lo que «i uno vive en un polvorín, antes o después explota».
Delio Rossi comenzó su carrera de entrenador a los 30 años después de una discreta carrera como jugador en equipos de primera y segunda división. Como técnico, sus mayores éxitos fueron en la Lazio, donde entre 2005 y 2009 consiguió la Copa Italia y metió al equipo en UEFA y Champions League. En 2009 dejó el equipo romano para hacerse cargo del Palermo, convirtiéndose en el entrenador que más victorias ha proporcionado al equipo siciliano. Hace tan sólo seis meses ficho por la Fiorentina, escuadra de la que se despedirá oficialmente hoy en rueda de prensa después de que un juez deportivo le haya suspendido durante tres meses por su agresión al jugador serbio Ljajic.
«Estoy desconcertado. Una reacción de este tipo quiere decir que Rossi tenía de verdad los nervios a flor de piel. No me habría esperado jamás una reacción así de él», aseguró ayer Maurizio Zamparini, presidente del Palermo. «Nos podemos equivocar alguna vez», declara Renzo Ulivieri, presidente de la Asociación de Entrenadores italianos, «pero en un momento de grave tensión, un chiquillo que te aplaude delante de tu cara es una gran provocación».
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