El Madrid tiene ampollas
José Mourinho volvió a mirar directamente a los ojos de sus jugadores ayer por la tarde, en el calor de Valdebebas. El ruido de la derrota el sábado noche en Sevilla atravesó todos los estamentos del club, desde la presidencia hasta el vestuario, en un domingo incómodo. De repente, el equipo de los récords, el último campeón de Liga y campeón de la Supercopa se ve enfangado en una racha de resultados ligueros alarmante, con un nivel de juego bajísimo y unas ampollas preocupantes dentro del grupo. Si la tristeza universal de Cristiano Ronaldo demostró que en ese vestuario, como en la mayoría de elite, hay equilibrios personales difíciles de gestionar, las palabras del entrenador portugués tras perder en el Pizjuán reflejaron su profundo malestar con la plantilla. Siente que le están fallando y así lo saben en el club, donde ayer se cruzaban mensajes de calma y unidad con el manager general.
El dibujo quedaría con el escudo y el entrenador a un lado y enfrente el bloque de futbolistas, señalados por Mourinho como principales culpables de la crisis, aunque en la coletilla de la acusación él también se incluya siempre. Obviamente, las frases del luso en la sala de prensa del Pizjuán escocieron a los jugadores, a pesar de ser la tercera vez en el último mes que duda en público de su implicación. «No tengo equipo, hay pocas cabezas comprometidas. Son pocas las comprometidas y concentradas en que el fútbol es lo prioritario», lanzó a las cámaras, en la mayor carga de profundidad que un entrenador madridista ha vertido contra sus propios jugadores en muchos años. No le gusta en absoluto el tono con el que han irrumpido en el campeonato doméstico, perezosos y sin tensión, sin darse cuenta de que el viaje ya ha comenzado y que de nada sirve el confeti de la campaña anterior, coronada en algunos casos con el éxito en la Eurocopa.
Al Madrid ahora le falta ritmo y precisión. Las estadísticas señalan que en el césped la media de remates esta temporada es algo más elevada que el pasado curso (19,75 por partido contra los 18,55 de la 2011/12), pero la efectividad ha bajado (3,18 disparos frente a los 1,25 de la actual). Ha detectado Mourinho peligrosos síntomas de acomodamiento en la Liga, en contraposición al buen papel ante el Barcelona en la Supercopa. Y esta dualidad le molesta, porque él exige regularidad, no sólo brillo en las citas con carmín. Además, en su ataque del sábado deslizó que algunos futbolistas estarían más preocupados por otros asuntos que por el balón. Junto a la depresión de figuras como Cristiano Ronaldo o la situación de Kakà -clavado al plantel con alfileres-, el discurso de Mourinho invita a pensar en actitudes poco profesionales de algunos de sus chicos, un feo material que ayer desde el Santiago Bernabéu no se aclaraba. Al contrario, rebajaban grados al tema y salvaban piezas importantes del naufragio.
Ya en privado, en la madrugada regresando a Madrid y durante la jornada de ayer, Mourinho rescató a tan sólo un nombre, al que colocó como ejemplo ante sus colaboradores e incluso el presidente. «El compromiso y la aplicación de Pepe es la línea a seguir por el resto», explicaban ayer a este periódico fuentes del club, repitiendo los argumentos del entrenador. No dijo directamente a la cara de sus jugadores que tenían que imitar el central, pero en la manera de ensalzarle se encuentran los defectos que achaca al resto. Mourinho valora el papel del defensa y su profesionalidad, a pesar de haber vivido dos experiencias muy intensas recientemente. Ni su paternidad ni el peligroso golpe que sufrió en la cabeza ante el Valencia cree que le han quitado ni un ápice de atención a su labor. Además también le agrada ve r su nuevo temple en el césped, asistiendo y animando en Sevilla a otros compañeros más alicaídos como Higuaín o Di María.
Precisamente, fue Pepe quien se alineó sin fisuras con su técnico en el análisis del partido. Asumió que la culpa era de la plantilla y defendió la labor de Mourinho en la preparación del equipo, en concreto, en las jugadas a balón parado, una vía de agua abierta en el sistema blanco. Contra el Valencia, el Getafe y el pasado sábado, Iker Casillas recibió goles en balones colgados al área, en actuaciones incomprensibles para un bloque de este nivel, demasiado infantiles, muy sencillas para el rival. Mientras otros equipos se protegen en estas acciones defendiendo en zona, el Madrid en ocasiones lo hace con marcajes individuales. Por ejemplo, Di María en el remate de Trochowski en el punto de penalti. El argentino, despistado, se olvida de su hombre y sólo puede ver en primer plano el disparo a bocajarro a la red. Mourinho insiste estos días, en público y en privado, en la falta de sesiones de entrenamiento que ha podido realizar con todo el grupo desde que aterrizaron de la gira norteamericana. Pero esa merma, la de las ausencias por los compromisos con la selecciones, la sufren todos los grandes clubes.
El calendario no da tregua a este Madrid en problemas, porque asoma ya mañana en el Santiago Bernabéu la apetecible Champions League, con el Manchester City como primer rival de la durísima primera fase que tienen por delante los blancos. Ayer, antes del entrenamiento, Mou barruntaba darle un buen meneo al equipo ante los ingleses. Por ahí se intuyen nombres como los de Essien, Modric o Fabio Coentrao. ¿El riesgo? Que los que salgan del dibujo titular queden señalados, algo que no gusta demasiado a una especie tan extraña como es un futbolista.
Una maniobra, mover el once, cuya validez será testada en un partido, el que da inicio a la travesía europea, mudado ahora en choque crucial por un arranque inesperado y pésimo en la Liga, con dos derrotas, un empate, sólo una victoria en cuatro partidos y el Barcelona fugado ya a ocho peligrosos puntos.
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