lunes, 2 de abril de 2012

Cristiano Ronaldo marcó un gol en Pamplona a 130km/h.

Lo de señalarse el muslo derecho tras su primer gol en Pamplona tiene su porqué. Bueno, tiene varios, ya que Cristiano Ronaldo le debe la mitad de su éxito a la naturaleza y la otra mitad a su fe ciega en la cultura del esfuerzo. Heredero de una genética prodigiosa para el deporte, además su cerebro está armado de todo lo necesario para la pelea diaria hasta el límite. 

Un Ferrari nace, no se hace. Cristiano es un Ferrari que cada día acude al taller a mejorarse un poco más. La idea, expresada por especialistas en preparación física, resume muy bien ante qué clase de futbolista nos encontramos, un deportista nada complaciente consigo mismo. Todos recuerdan sus lágrimas mientras sus compañeros del Manchester United celebraban sobre el césped de Moscú la Champions conquistada frente al Chelsea en la tanda de penaltis. Su alto concepto de sí mismo se debe a que es consciente de que lo que hace rendirse al resto con él no puede. 


Cristiano es el misil de la Liga. Pero lo es también de Europa. Su trallazo al portero del Osasuna certificó que se trata del pegador más duro del continente. No había dudas, la verdad. Su lanzamiento impulsó el balón a 130 kilómetros por hora, gracias a un mecanismo de golpeo activado por su naturaleza privilegiada y su fe en que todo se puede mejorar gracias al trabajo. Con 47 goles esta temporada (37 en Liga), se aceptan apuestas para calcular dónde puede tener este año su techo.

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