lunes, 22 de abril de 2013

Duelo en el Sánchez Pizjuán



Lo primero era pegar, después pegar, y luego pegar un poco más. Y ya entonces podíamos hablar de jugar un poquito al fútbol. Aconteció en el Sánchez Pizjuán un duelo navajero de principio a fin, una cosa muy desagradable, un combate de bajos, y muy bajos, fondos. Pero esto también es fútbol, y en ello se emplearon con naturalidad el Atlético, que ha ido de duro en esta Liga, y con sorpresa el Sevilla, que ha sido más flan. Ninguno se arrugó en el ardor del garrotazo, en un combate goyesco que resolvió el Atlético con un gol nacido de una ilegalidad, una mano de Mario Suárez en el inicio de la jugada, antes del centro de Adrián. Un gol acorde a la piltrafa despachada. 

Acabó con mucha pupa el Sevilla, que entró con la mirada inyectada en sangre, la barba dura de tres días y el taco afilado. Tenía el aspecto intimidante de quien hubiera pasado la semana, como Álex en la Naranja Mecánica, con alfileres en los párpados, obligado a ver las tropelías que le ha causado el Atlético esta campaña. Se había puesto las botas, en la Liga y en la Copa, el grupo salvaje de Simeone con los corderetes del sur, y por ello no pudieron sino sorprenderse, inquietarse, con el demudado aspecto, con la intimidación por bandera con que se presentó al Sevilla a la pelea. Tuvo valor. Le sacó la navaja al más forajido del salón. Se le batió con bravura. Murió con honor. 

También vivió con él, un pequeño triunfo para un equipo que parecía carne de cañón, obligado a taparse las vergüenzas con una manta desconchada, que para cubrir algo se destapaba más. Ha alcanzado tal decrepitud el Sevilla, que hasta le desnuda la ausencia de segundos espadas. Ayer le faltaban Medel y Fazio, dos montoneros sin relevo digno. Para compensar su vacío Emery dispuso una defensa de cinco donde se estrenó Cala, que esta temporada ha jugado tres ratos, y que se empleó como el último mohicano. 

La alineación del Sevilla daba miedo. Pero resulta que lo dio de verdad, y que el Atlético quedó impresionado por la agresividad, un puntito violenta, con que se emplearon los chavales con quienes tanto jugueteó antes este mismo curso. Por supuesto, todos los tiros de ese otro fútbol apuntaban a Diego Costa. Pero quien se endemonió frente al arrojo blanco fue Falcao, cuyos signos de inquietud son los mismos que reproduce el Atlético en este final de campeonato, a años luz de la primera mitad del ejercicio. Falcao jugó a la ruleta rusa cuando acudió a un salto con Cala con ánimo de venganza y el codo en paseo. Vio una amarilla que el destemplado Pizjuán (esta vez sin excusa, en una noche perfecta para ver fútbol) vio roja. 

Falcao y Costa se las tuvieron tiesas con la defensa sevillista en un combate desigual, en una soledad en demasiadas ocasiones desalentadora. Entre los guantazos en que se resumió, y se empequeñeció, el choque, el guión del fútbol quedó claro: el Sevilla dispuso de una posesión cansina e inhábil, con su única luminaria, Rakitic, retrasado y obligado a labores de intendencia. Para el Atlético quedó abierto el contragolpe, un plan que el entusiasma, pero al que apenas se atrevió. Por ahí se le notó cierto canguele hacia el colmillo del Sevilla. El caso es que el primer tiempo despachó un bodrio sin ninguna ocasión digna de gastar tinta. 

Hubo que volver del descanso para cantar la primera, un remate de cabeza de Coke, el sevillista, que desvió con mucho mérito Courtois, muy abajo, muy difícil para un tipo de casi dos metros. Por momentos, pareció que el fútbol se abría paso entre los zurriagazos. Falcao desaprovechó un claro contragolpe en ventaja forastera, otra vez torpe y desaliñado, con perdón en la crítica a un señor que lleva 31 goles esta temporada. Pero no había manera. Parecía difícil, pero Sevilla y Atlético consiguieron ensuciar el partido aún más. Diego Costa acaparó ahí el foco. En dos minutos, vio una amarilla que le aparta del derbi y no recibió una segunda por fingir una agresión de Cala. Fue irse y serenarse el duelo, verse un poco de fútbol, el gol ilegal de Falcao y un par de manos prodigiosas de Courtois.

0 comentarios:

Publicar un comentario