lunes, 5 de agosto de 2013

Campeonato histórico


Barcelona es un recuerdo. Para la eternidad. El equipo español de natación firmó ayer su mejor actuación en un Mundial con 12 medallas y 16 récords. Siete preseas en sincronizada, una en waterpolo y cuatro en natación. Esto es, un oro, seis platas y cinco bronces que evidencian los días de gloria en la piscina. Y todo porque Mireia Belmonte contribuyó con su nueva medalla de plata en los 400 estilos a superar el mejor registro de la historia, empatado hasta su participación del domingo tras la actuación en Roma. Una edición, por tanto, para la posteridad. 

Medallas en femenino. Porque son de mujeres. Las 12. Ona Carbonell será la que más tendrá en su casa, siete, y Mireia Belmonte, tres. Y eso a pesar de que a primerísima hora de la tarde de ayer comenzó a deambular por la piscina del Palau Sant Jordi la información de que sufría un proceso febril. Mala señal. Si estaba mermada en su rendimiento por esa lastra, sumada a las siete pruebas nadadas en una semana y el cansancio acumulado por mucha preparación meticulosa y mejorada respecto a los últimos Juegos Olímpicos que tuviera en su cuerpo, la nadadora no demostró esa carencia en la jornada de clausura y anduvo por el agua cual milagro. Porque nadó a ritmo de récord del mundo durante la gran totalidad de la prueba, gesta que finalmente se diluyó entre el cloro. 

El dolor de cabeza fue por lograr la medalla. Nada más. Contaba Mireia Belmonte que no podía ni caminar antes de la final. Ni se notó. Concentración máxima, brazos en alto al anunciarse su nombre, toalla cual bufanda en el cuello y recolocación del auricular derecho. Un ritual que no varió. Como sus ansias de victoria, las que le llevaron a subir al podio una vez más y ver cómo le ponían una presea. 

La tercera que guarda en su zurrón. Para ello, tuvo que realizar brazadas de récord del mundo, las que impuso sin freno Katinka Hosszu desde el inicio. Belmonte siguió el rastro que dejaba la líder de la prueba en el agua en mariposa, cedió el segundo puesto a Elizabeth Beisel en la posta de espalda pero en braza remontó y en crol amarró la plata en tiempos que le llevaron a aferrar un nuevo récord de España (4:34.06), mientras su principal rival volaba por el del planeta aunque finalmente no lo obtuvo. 

El premio es un metal, y ya van tres: dos platas en 200 mariposa y 400 estilos, precisamente la prueba de su primera final en un Mundial hace dos años, y a ellas hay que unir un bronce en 200 estilos cuando ella misma consideraba improbable esa opción con anterioridad. Es confirmación de su evolución en dos años: desde la cita planetaria de Shanghai a ayer, ha ganado dos medallas olímpicas y tres mundialistas. Si escuchaba música anoche, no debería ser reggaeton o engendros similares, sino Fly me to the moon de Frank Sinatra. Volar hasta la luna. O hasta donde se proponga. 

Se esperaba mucho de la bicampeona olímpica tras su eclosión en Londres. Ella, reservada, se parapetó en la modestia. La palabra difícil siempre aparece en su vocabulario, aunque también debería comenzar a emplear imposible. Cuando más peligroso parece su camino al podio, más sorprende con su rendimiento. 
Y eso que había reservas por mucho que se hablara de calma a su alrededor. Ha nadado siete pruebas en el Mundial, ha disputado seis finales (cinco individuales y una de relevo) y ha ganado tres preseas cuando nunca antes había logrado ni una. Y quería haber probado en los cinco kilómetros en aguas abiertas, pero no logró la plaza tras una clasificación que llamó poderosamente la atención por su presencia. 

Jamás se puso como excusa la preparación tras un inicio dubitativo. Y podría, como con el proceso febril de ayer que debió disolverse y refrescarse con el contacto con el agua. Quedarse sin equipo y sin entrenador, firmar por la UCAM Murcia, volver a ejercitarse con su grupo en Sabadell... Aquello era una noria de sensaciones que marea incluso al mejor de los equilibristas. Esa falta de verticalidad a la que se ha enfrentado y vencido le lleva a una regularidad. La que se le seguirá exigiendo, la que deberá mantener. Y eso después de que se haya notado su óptimo rendimiento en la piscina de Sant Jordi. Por mucho que ella hablara de cansancio, si lo ha sufrido se ha recuperado magníficamente bien. Dicen los médicos de la federación que se debe a sus condiciones privilegiadas. Las mismas que la hacen diferente. 

¿Se le puede pedir más? Su propio entrenador, Fred Vergnoux, siempre lo ha hecho. Ganó la plata en 200 mariposa y le exigió más. Ese medio dedo que le apeó del oro como dijo. Su continuidad en Sabadell, o donde sea pero con su pupila al lado, responderá a esa cuestión. Su enfermizo halo competitivo debe encaminarse a Río de Janeiro, a los próximos Juegos Olímpicos, aunque a nadie le desagrada un dulce, o tres, como el Mundial. A ser posible en forma de medalla de caramelo. 

Sea como sea, España ha mejorado su mejor marca en el medallero. En sincronizada se lograron tres platas y cuatro bronces tras un año complejo, con presión tras los notables cambios. En waterpolo, el oro de las guerreras evidencia su estatus internacional. En natación en línea hay que aplaudir las platas de Melani Costa (en 400 libre, situándose en la élite por méritos propios) y Belmonte (200 mariposa y 400 estilos), a quien hay que sumar también un bronce (200 estilos). Y se han obtenido 18 récords nacionales. Por último, un dato a tener en cuenta: en Barcelona, la defensa del orgullo ha recaído en las mujeres. Ellas han sido las vencedoras.

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