El Valladolid le mete seis al Rayo
Un vendaval de fútbol fulminó al Rayo. El equipo de Paco Jémez se marchó de Zorrilla con seis goles que pudieron ser algunos más. Valladolid y Rayo compiten en la misma Liga pero ayer dio la sensación de que el equipo local está un peldaño por encima. El temprano gol de Chori Domínguez en el minuto cuatro de juego no fue más que un espejismo. Se despistaron los centrales del Valladolid al querer dejar al rival en fuera de juego y lo pagaron con un tanto. El susto no pasó de ahí. El Rayo no hizo nada más en todo el partido y los culpables de la hecatombe fueron los jugadores del Valladolid, cada uno en su función. Los defensas resolvieron sin apuros los tímidos ataques rayistas, en el centro del campo sólo mandó un equipo y en ataque se vivió el mejor espectáculo con toques cortos y rápidos, diagonales letales y goles, muchos goles, pese a que el máximo realizador del Valladolid en las dos últimas temporadas, Javi Guerra, estaba en el banquillo.
Su sequía rematadora pasó factura al malagueño y devolvió la sonrisa al Valladolid después de haber encajado tres derrotas consecutivas. Dos de los artífices del recital blanquivioleta fueron Manucho y Bueno, dos jugadores a los que el club puso el cartel de transferibles este pasado verano. Primero les invitó a buscarse equipo y después los dejó al margen de la plantilla. Durante la semana de concentración en Mondariz, que incluyó tres partidos en Portugal, el angoleño y el madrileño se ejercitaron en la capital vallisoletana junto a otros descartados a las órdenes de Torres Gómez, entrenador del Valladolid B. Poco a poco se han ganado la confianza de Djukic y ayer alcanzaron el sobresaliente. Lo hicieron todo a la perfección. Bueno, que ya marcó la jornada pasada en el Vicente Calderón, abrió la lata poco después del 0-1 y Manucho le dio la vuelta al marcador antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. El tercer gol, marcado por Óscar en el minuto 21, dejó al Rayo para talleres ante la mirada impasible de Paco Jémez y la alegría de Miroslav Djukic, que vio el partido en el palco tras su expulsión en el Calderón.
En Zorrilla hubo dos goleadas, una sobre el césped y otra en las pizarras. Djukic y Jémez, compañeros en el Deportivo en su etapa de futbolistas, afrontaron el partido de manera muy diferente. El entrenador del Valladolid no dudó en dejar en el banquillo a Javi Guerra, e incluso a Ebert, con molestias durante toda la semana, y acertó de pleno con los cambios, mientras que el técnico del Rayo arriesgó en exceso con una defensa de tres jugadores que en teoría debía contar con el apoyo de los centrocampistas.
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