Dentro hace calor, hay mucha humedad y el tiempo pasa despacio. Tras los ventanales que visten la piscina del Centro de Alto Rendimiento (CAR) refresca, empieza a llover y los minutos corren a la velocidad de la luz. Cada vez queda menos para el Mundial de Barcelona, pero las componentes del equipo español de natación sincronizada parecen ser inmunes a la presión y al entorno. Ríen, bromean, se ayudan, comentan movimientos, proponen canciones. Comienzan a entrenar bien temprano y acaban bien tarde.
El desgaste impresiona, tanto como su clase. Su don acuático. Y eso que están en el inicio de la pretemporada con un nuevo equipo técnico. Julio está ahí, tan lejos pero tan cerca. Preparan a conciencia la próxima gran cita después de su triunfal participación en los Juegos Olímpicos, aunque saben que fuera, comienza a chispear.
No parece importarles, su visión es el agua. Se aislan de los problemas, no del resto del planeta. Y eso que el encuentro se produce después de que la ex seleccionadora Anna Tarrés solicitara una indemnización a la Real Federación Española de Natación (RFEN) por considerar que se atentó contra sus derechos laborales. Pedía 350.000 euros que no le concedieron. Al menos, sí el cargo, que no ejercerá hasta el final de su contrato, el próximo día 31.
Cuentan que, grosso modo, esa cantidad sería el presupuesto anual del equipo de sincronizada. El dinero sale a escena. Hay fuentes que explican que el recorte del Consejo Superior de Deportes (CSD) rondaría el 40% del presupuesto anterior. «Si se hacen a nivel de educación o sanidad, es extraño que no le toque al deporte de élite. Aunque aquí hay gente que lucha y se deja la piel», reclama Esther Jaumà, nueva seleccionadora. ¿Habrá que hacer cambalaches? «Sí, priorizaremos competiciones además del Mundial y la Copa de Europa».
El equipo no se rinde. Se une en la adversidad como en sus ejercicios. Por eso, buscan ingresos adicionales. «El presupuesto será inferior al que teníamos, por eso necesitamos fondos para tener coreógrafos como siempre, no tener menos servicios o pagar cámaras. Hemos hecho un calendario para invertir en nuestros entrenamientos», reconoce la capitana, Andrea Fuentes.
Con todo, hay que prepararse. Se fue Tarrés, seleccionadora durante 15 años, llega Jaumà. Desprende cercanía, confianza y seguridad. Hay que tenerlas para aceptar un reto de tamaña envergadura, recogiendo el testigo de un grupo que ha cosechado 55 medallas en este tiempo y está en la élite por méritos propios. Tras una concentración en l'Empordà para conocerse mejor, para expulsar miedos o dudas, saltaron al agua.
«Cuando se fue Guardiola había sus dudas por ver qué pasaría con Vilanova. Cualquier transición lleva a eso», confiesa Jaumà, quien dice no tener miedo. «Las chicas están volviendo a empezar, pero me han aceptado muy bien. Trabajamos con relax y alegría. Forman un equipo compenetrado, se llevan muy bien y dan todo. Pero hay que gestionar necesidades personales, recuperaciones, trabajos específicos y necesidades académicas. Ahora, hay que recuperar a deportistas fantásticas que por ciertas cosas no están al 100%».
El grupo está unido tras días convulsos. «La sincro no se ha ensuciado. Hay quien interpreta sus silencios negativamente, y ellas callan porque quieren trabajar y estar tranquilas, sin entrar en la dinámica negativa que se ha creado sobre ellas. Son personas respetuosas, tienen su vida privada y quieren tener una normalidad», cuenta su entrenadora.
«Sabemos que debemos dar el máximo en el Mundial y que, aunque haya cambios, debemos ser fuertes e ir con ganas. Nos han enseñado a soportar todo tipo de presión y ésta es nueva, es un cambio bestial, aunque hay que tirar adelante», recalca Andrea Fuentes. Ella ha sido el escudo de la selección. Salió en defensa de sus compañeras, fue firme en cuanto estalló una polémica detrás de otra y nunca se arrinconó. Ahora, prefiere hablar del presente y el futuro. Ni una palabra del pasado.
«Esther le da mucha importancia a las carencias que tenemos para intentar ganar a Rusia. En el apartado técnico trabajamos mucho, es la gran novedad. Y no ha sido una transición dura, el mundo de la sincronizada es pequeño, nos conocemos y vamos con buena predisposición».
De fondo, suena música. Unas canciones son conocidas, otras menos y además, proponen temas porque van a cambiar cinco de las siete coreografías para el Mundial. «Una rutina funciona dos años, el segundo es mejor, se ha pulido, se han visto los errores», argumenta Jaumà. «Será muy duro pero queremos apostar por cosas nuevas», dice Fuentes.
En su caso, por algo «cañero» en el solo. «Me siento así. Quiero dar un paso al fente, y pienso que con una coreografía con personalidad puedo llegar lejos». Escucha a Pink Floyd, en concreto Since I've been loving you, pero no es definitivo. «Me gusta la idea de un blues sensual y un rock potente. Estoy en un momento cañero, estoy identificada y me apetece».
Llegan el esfuerzo, las horas de entrenamiento, la búsqueda de resultados. Y no son robots. «Se sienten muy heridas cuando hablan así de ellas», defiende Jaumà. «Somos humanas. Pido a la gente que podamos entrenar bien para hacer un Mundial que será purificador o no. Es nuestra prueba de fuego, veremos si estamos al pie del cañón», confiesa Andrea. Seguro que lo hacen por ellas, para reivindicar su talento, su humanidad, su personalidad, su capacidad de superación. Una defensa en el agua. Porque dentro flotan, bailan, disfrutan y resuelven las adversidades.