miércoles, 27 de febrero de 2013

Mourinho y su tecla



Sincero y frío, José Mourinho dijo hace un tiempo que no había dado con la tecla de cómo jugarle al Barcelona. No hay nada indecoroso en ello, muy al contrario. Le sucede a la mayoría de los entrenadores. Incluso aquéllos que han logrado derrotar al equipo barcelonista, y el técnico portugués está entre ellos, salen perdedores en un cómputo general. Es el caso del último en hacerlo, Massimiliano Allegri, al frente del Milan. Mourinho consiguió derrotar, finalmente, a los azulgrana, y hacerlo en el Camp Nou tuvo el sentido de una profanación para el madridismo, después de tanto castigo en el Bernabéu. Pero hasta aquel triunfo (1-2), que decidía definitivamente la pasada Liga, poco antes del epílogo de Guardiola, el Madrid se había quedado en la orilla tras buenos actos, en la Champions, en la Copa y en la Supercopa, en eliminatorias como las que enfrentará el martes. Partía, como ahora, de resultados adversos, de coyunturas ante las que Mou no podía dudar con la tecla elegida, porque sólo le servía una: atacar.

La conclusión puede resultar simple, y planteada de esa forma, sin más variables, lo es. Pero en muchas ocasiones, lo más difícil en el fútbol es hacerlo sencillo. El 1-1 en Champions, el 3-2 en la primera Supercopa y el 2-2 en Copa, de forma consecutiva entre mayo de 2011 y enero de 2012, fueron el anticipo del 1-2 en la Liga. Ocurrió, sin embargo, que las polémicas se comieron al juego. Primero, por un disparo a la red anulado a Higuaín por una falta a Mascherano, cuando antes había existido un derribo a Cristiano. Hubiera supuesto la ventaja blanca, que llegaba con un 0-2 en contra. Después, por el abyecto dedo en el ojo de Mourinho a Tito Vilanova, imagen que, como dijo el azulgrana, les perseguirá para siempre. Hay pocas actuaciones de las que el técnico del Madrid se arrepienta tanto. Marcó un antes y un después para todo, también para el vestuario. A la tercera, el árbitro volvió a ser uno de los personajes señalados, pero ya por debajo de Özil, dueño del partido. El alemán compartió ataque con Kaká, Higuaín y Cristiano.

Desde entonces, todas las visitas del Madrid al coliseo azulgrana han logrado su objetivo. A la siguiente, la primera victoria de Mourinho como técnico del Madrid, ya referida. Con posterioridad, una derrota mínima (3-2), pero de enorme valor en la ida de la segunda Supercopa, finalmente conquistada, y para acabar el último empate, aunque el equipo blanco se desangrara posteriormente en el torneo doméstico. Una tendencia, en suma, creciente para los blancos desde el 5-0 con el que Mou empezó su periplo por el estadio donde había dejado una herida con el Inter. Quizás aquel precedente, en el que perdió el partido aunque superara la semifinal, lo confundió. Fue un acto para un día, no para un pulso que iba a reproducirse como nunca, hasta siete veces en dos temporadas y media.

Con tres de los resultados logrados, el Madrid se clasificaría el martes; con uno más, forzaría la prórroga. Los precedentes dejan las opciones al 50%. El Madrid ha marcado en todas las visitas menos en la del 5-0, la única en la que Mou rectificó para utilizar el trivote. En cinco de las siete, ha marcado dos tantos, pero en dos ha recibido tres.

De las visitas en las que el Madrid se juega el curso, Camp Nou y Old Trafford, es en el primero en el que puede gozar de más espacios para el contraataque, característica que define su idiosincrasia como ninguna. El Manchester puede cambiar, adaptarse a su formato más defensivo incluso en su estadio, como ya hizo contra los azulgrana. El Barça no cambia nunca. Puede modificar alguna variable, quizás la salida de Cesc, quizás Villa, pero se trata de un equipo unívoco. Ataca y se defiende con la posesión, pero deja espacio. Más ahora que Jordi Alba sube, pero no cierra como Abidal. En 11 partidos consecutivos, el Barça ha encajado algún gol. El Madrid sólo ha dejado de marcar en cuatro esta temporada. Siempre lo hizo en Copa y Champions.

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