Repaso al Athletic
Verdú se llevó una reproducción de San Mamés. Era tiempo de recuerdo y nostalgia. Ayer se cumplían 85 años del primer partido en la historia de la Liga. Lo jugó el Espanyol y lo ganó, frente al Real Unión. El de la Catedral era el único choque del campeonato, en tan sonoro cumpleaños, que disputaban dos de los equipos que inauguraron el torneo. Aquel, en San Mamés, era tiempo de Gregorio Blasco, el gigante que se exilió en México, una garantía en la portería del mejor Athletic de todos los tiempos; después, tras la Guerra, fue la hora de Raimundo Pérez Lezama, que llegó desde Inglaterra para triunfar en la portería rojiblanca. Tuvo una fuerte competencia con José Mari Etxebarria, el portero algorteño al que una tuberculosis apartó de los terrenos de juego.
Después llegó Carmelo, y luego Iribar, el mejor sin duda. Finalmente Zubizarreta también acabó con los debates, pero se fue muy pronto, en su mejor momento. Ahora, la portería del Athletic, que siempre se miró con lupa en San Mamés, está bajo mínimos.
La historia ya no cuenta. La exigencia sí. El Athletic tiene un grave problema entre los tres palos. Se está acostumbrado a tirar los partidos por el desagüe desde el área pequeña. No tiene portero, a pesar de lo que piense Bielsa, que en este asunto parece don erre que erre, o porque, tal vez, entre sus pebsamientos, el de la portería no ocupe demasiado tiempo. Peor para él.
Iraizoz no está, en estos momentos, en un nivel adecuado como para jugar en Primera División. Así de claro, así de crudo. La categoría exige determinación, valentía, mucha cabeza y capacidad para minimizar los errores, y en este sentido, Gorka es un catálogo de fallos constantes. Al Athletic se le han ido demasiados puntos esta temporada por el deficiente trabajo de su portero. No es que sea un flan, al contrario, le sobra tranquilidad, llega en ocasiones a la pachorra, algo que no se puede pèrmitir un guardameta. Ayer le dispararon cinco veces a puerta. Paró uno de esos lanzamientos, el penalti que lanzó Verdú, pero dejó la pelota muerta a los pies del capitán visitante, que marcó a placer. Además sus colegas de los rivales le dejan en evidencia. Enfrente, Kiko Casilla, en teoría el suplente del Espanyol, detuvo diez disparos comprometidos, algunos a bocajarro, y sostuvo a su equipo desde el primero hasta el último minuto. Esa fue la diferencia. Hace un par de semanas fue un chavalín del Betis, Adrián, el que se lució en contraste con Gorka.
La primera acción en la que Iraizoz tuvo que intervenir ya despertó el primer murmullo de la grada. El Espanyol estuvo a punto de marcar porque se trastabilló tras una cesión de San José; luego, en el segundo, pecó por omisión. Fue un lanzamiento de falta de Simao, que cayó a plomo al área pequeña, el lugar donde un portero debe mandar. El del Athletic no reaccionó, se quedó a medias y Héctor Moreno estaba allí para empujar de cabeza a la red. Para ese momento, el equipo rojiblanco había errado varias ocasiones claras: De Marcos, Susaeta y Aduriz se plantaron frente a un gran Casilla, un gigante que amedrentó a la línea de vanguardia del Athletic con su sola presencia. El boletín que se repartió con las alineaciones era todo un augurio: figuraba como Casillas, nada menos.
El Athletic, sin Muniain, que se retiró lesionado, siguió porfiando, frente a un Espanyol que se defendía y perdía tiempo a partes iguales -Casilla vio tarjeta por esa cuestión en el minuto 22-, pero cuando Iraizoz, después de diez minutos de empuje rojiblanco en la segunda parte, salió con los brazos como para recoger pan en una cesta y Víctor se le adelantó, el entramado de Bielsa se hundió definitivamente. Aguirre, su amigo de tertulias en México, se salía definitivamente con la suya.
El Espanyol se limitó a aprovechar su fortuna y recoger regalos, uno tras otro, en la primera y en la segunda mitad. Con los porteros cambiados, el Athletic habría goleado a su rival, pero esa es una historia que se repite casi un domingo sí y otro también.
Tiene un lastre muy grande el Athletic en la portería. Fue un batacazo espectacular ya desde el inicio para dar comienzo a la sinfonía de despropósitos. Bueno es Javier Aguirre para desaprovechar ocasiones, y no lo hizo. Con un Víctor superlartivo, cada contra era un horror para los bilbainos. La grada acabó despidiendo a Iraizoz con una fuerte bronca. No estuvo espabilado ni a la hora de marcharse del campo. se fue el último y el público le recriminó su actuación. Está sentenciado por las tribunas. Por menos de eso, al riojano Dani Aranzubia le buscaron una salida y un recambio de Segunda División B.
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