viernes, 17 de agosto de 2012

Ronaldo tendrá que superar sus 46 goles de la temporada pasada.



Con la Liga y el 'Pichichi' (2010/2011) ya conquistado, el portugués se lanza esta temporada a por la Champions. Además, ni él ni Messi permiten cerrar sus techos de registros. Son impredecibles y capaces de romperlos de nuevo. Ambos se jugarán el Balón de Oro. 
El ritual se repite al final de cada entrenamiento. Casi siempre es Iker Casillas el que le levanta el dedo pulgar y acepta echar un rato más en el campo. Sólo quedan los dos, el portero capitán y Cristiano Ronaldo, con el fusil al borde del área. En medio, como únicos testigos, los monigotes de metal que hacen las veces de defensa, que el propio delantero va moviendo a su antojo. Y empieza el bombardeo, de izquierda a derecha, muchos contra la valla, otros estrellándose en los postes y algunos reventando las escuadras. Un duelo al sol espectacular, cuentan los afortunados que pueden presenciarlo. Así se prepara la estrella portuguesa del Real Madrid, al que su imagen exterior distrae las formas de un profesional impecable, en dedicación y exigencia, quizá las virtudes, por encima de su juego, que más valora Florentino Pérez, el presidente que pagó casi 100 millones de euros por él. 

En aquella costosa operación sobresalía el objetivo número uno de hacerse con un jugador franquicia que pudiera frenar el abusivo dominio del mejor Barcelona de la historia. Dos años después, el gol de Cristiano Ronaldo en el Camp Nou, un gol que valía la victoria y la Liga, certificó esta misión. Aquella noche, su tanto tumbó la remontada azulgrana, desquició a Messi, quizá empujó un poquito más a Guardiola a la despedida y despejó las dudas sobre su papel en los partidos decisivos. Después llegó el penalti errado contra el Bayern y la agridulce Eurocopa, pero él sigue corriendo para que 2012 termine con su segundo Balón de Oro en su casa de Boadilla si, sobre todo, firma un potente arranque de temporada. «Su autoexigencia es muy beneficiosa para el equipo», dicen desde el vestuario, donde ya no sorprende verle pedir datos sobre el rival de turno en la Liga o vídeos de los porteros, para ver cómo se comportan en los penaltis. Alumno aplicado, con una relación cordial con el grupo y con detalles, como el iPad que en la gira americana compró para cada miembro del equipo técnico, desde el chófer del autobús, a los utilleros y masajistas. 

El reto de Cristiano en la nueva estación es casi una utopía. Ante su espejo ve los 46 goles que firmó el pasado curso -y que no le dieron para alcanzar el Pichichi en el bestial duelo con Messi-, una cifra imposible que no debería obsesionarle. Respetado por las lesiones, cada año más poderoso en lo físico, su aportación al juego también creció, con 12 asistencias de gol en la Liga, el mejor pasador junto a Ozil y Di María. Incansable en el campo, insaciable a la hora de disputar todos los minutos posibles, la búsqueda de la perfección es su objetivo imposible. Lo sabe, pero le da igual, y a su estela se volverá a agarrar el Real Madrid.

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