lunes, 10 de septiembre de 2012

Alonso remonta



En Monza el descontrol es tradición. El casino, como dicen los italianos, el lío, la bulla, es propia de este circuito, tan sabroso en historia como agotador para trabajar en él. No hay otra pista igual en Europa para ver Fórmula 1, no hay tanta pasión como en estas tribunas, ni en ningún lugar se va tan rápido como aquí. 
Entre sus curvas, apoyado en los enormes árboles, se escondía Enzo Ferrari con sus enormes gafas negras, su camisa blanca y sus tirantes oscuros. Sin avisar a su gente, merodeaba de incógnito para ver las pruebas de sus bólidos en los años 50 y 60, cuando la escudería comenzaba a construir su brillante historial. El petardeo de los motores le entusiasmaba, así como el arrojo de sus pilotos. Ayer hubiera estado orgulloso de un piloto nacido para su equipo. 

Fernando Alonso no se llevó la victoria en el Gran Premio de Italia, como hizo en 2010, pero firmó un bravo domingo para goce de los tifosi de la marca del caballo negro. El triunfo inapelable fue de Lewis Hamilton, dominador de principio a fin, pero el español firmó una poderosa remontada que le dejó con un cuerpo estupendo. Finalizó tercero tras partir décimo, cediendo el segundo puesto ante Sergio Pérez, extraordinario también sobre el asfalto, con otro salto salvaje de la decimosegunda posición hasta la segunda. El buen trato del joven mexicano a los neumáticos y la atrevida estrategia de su equipo, Sauber, le empujaron hasta el cielo lombardo. Optó, al contrario que los favoritos, por arrancar con ruedas duras y dejar las veloces blandas para el final. Así dio el gran golpe. Imparable, un trueno. 


Alonso le dejó pasar con resignación al no poder plantarle batalla. Con la calculadora en la mano, esa plaza perdida tampoco le amargaba la cosecha del domingo, porque ayer casi todo le salió bien. Pedía en la previa un poco de clemencia a la fortuna y tuvo recompensa. Tras quedar K.O. en Spa y sufrir el pasado sábado la crueldad de perder la pole position por una avería jamás vista en Ferrari en 15 años, finalmente los duendes le echaron una mano. En la contabilidad positiva con el azar brotan los títulos a final de curso. Si con problemas técnicos como el de la sesión de clasificación se pierden Mundiales, con botines como el de ayer se terminan ganando. Al asturiano le van encajando los números y estamos a punto de entrar en la parte caliente de 2012.

A su ambiciosa actuación al volante se unió la desgracia de Sebastian Vettel, principal adversario en la general del Mundial hasta el momento. Con él mantuvo un bonito duelo sobre el asfalto, cuando coincidieron persiguiendo el podio. Había acelerado por detrás Alonso con decisión en el semáforo. «No tenía un plan. Improvisé en los primeros metros», explicó después sobre el delicado descorche de la cita. La estampida inicial desembocaba en la peligrosa chicane que sacude corazones y chasis, sobre todo cuando se toma así, en rabioso grupo. 

Ahí cazó un par de plazas, antes de encarar las rapidísimas rectas del Parque Real entre zarpazos a Di Resta, Raikkonen o Michael Schumacher. Progresaba sobre ese Ferrari tan alegre sobre su pista fetiche, pie a fondo y frenadas duras. Cuando llegó el cara a cara con Vettel, ya los dos con las Pirelli duras y frescas, el F2012 lucía mejor tono. En la salida de los boxes Alonso intentó el asalto, pero fue más adelante, tras protagonizar un paralelo trepidante. Intentó la pasada por fuera y el alemán le cerró con violencia. 
«Todo el mundo lo ha visto», comentó el asturiano, visiblemente enojado con la maniobra a más de 300 kilómetros por hora de su rival. Salió de la arena con más ansias todavía de tumbar al Red Bull. Un par de vueltas más tarde se lo quitó de encima con limpieza. De inmediato, los comisarios sancionaron a Vettel con un paso obligado por los garajes. Su ruina se confirmó con la rotura de su coche y el abandono. Alonso, de pie, recordó entonces los 25 puntos que el último campeón le había limado en Spa. Ahora era el momento de arreglar las cosas. 


Por delante, con Jenson Button también fuera de combate por culpa de su McLaren gripado, quedaba Felipe Massa en persecución lejana a Hamilton. «Como siempre, me he comportado de manera profesional. He hecho lo mejor para el equipo», explicaba después el brasileño, al que su compañero adelantó con facilidad en la vuelta 40. Ni sus ruedas ni su ánimo eran demasiado beligerantes. A esas alturas, la Scuderia estaba a oscuras por culpa de un apagón eléctrico de media hora en los boxes. 
Puesta en su lógico orden la pareja ferrarista, irrumpió por detrás el Sauber de Sergio Pérez, imposible de bloquear en las vueltas finales. Alonso, al verle por el retrovisor, no gastó energías en la inútil defensa. Sólo pensaba en los 37 puntos de ventaja sobre Lewis Hamilton, segundo clasificado ahora, en los 38 sobre Kimi Raikkonen, tercero, 39 con Sebastian Vettel. Las cuentas del Mundial le cuadraban. El título, su tercera corona, se va dibujando poco a poco en el horizonte.

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