viernes, 7 de septiembre de 2012

Le niegan la renovación a Anna Tarrés



«Acabará entrenando en el extranjero». Esa convicción tenía un altísimo mandatario del olimpismo español a 29 de marzo de 2012. Tres días antes se reunió con Anna Tarrés y, como ese mandatario también trata con Fernando Carpena, presidente de la Federación de natación, tenía algo más que un presentimiento: ella difícilmente continuará tras los Juegos de Londres, pero no le faltará trabajo, pues no hay en el planeta de la sincronizada nadie con mejor caché. 

El acta de defunción de Tarrés se selló ayer. A primera hora de la tarde, David Llorens, desde El Mundo Deportivo, informó del deceso, confirmado por la propia entrenadora a este diario minutos después. Dos horas más tarde, sin embargo, desde la Federación de Natación aún señalaban a este periódico: «Aún no puedo ni confirmar la noticia». Lo hicieron a las 23.07, sin más explicación que las «razones estrictamente profesionales y de política deportiva». 

La esquela, aunque fuese previsible, conmociona al olimpismo español. La relación personal entre el presidente y la seleccionadora podía ser pésima, pero los cuatro podios olímpicos -plata en dúo, bronce por equipos en Londres- parecían un blindaje suficiente para Tarrés, niña rara -¡y tanto, le dio por la sincro y hasta fue olímpica (1984)!-; una mujer torrencial, con sus cosas, de extrema exigencia hacia abajo y hacia arriba; un genio dentro del gremio que había completado el triple mortal. Porque ante el éxito de Gemma Mengual, bajo la dirección técnica de Tarrés, alguien podía mantener que se debía, sólo, al talento de la sirena. Pero tras la retirada de la gran diva continuó la gloria, lo que definitivamente impedía negar el trascendental papel de la preparadora. 

De hecho, con un equipo renovado y bajo el mismo patrón de innovar, la sincronizada reeditó medallas olímpicas hace apenas un mes. Por encima, sólo China y Rusia; por detrás, las otras potencias que parecían inalcanzables cuando Tarrés se puso al frente (1997) de una disciplina que, sin dejar de ser marginal, ha alcanzado altísimas cotas de reconocimiento social. Pregunten a la aseguradora Asisa, que moteó calles, carreteras y periódicos con anuncios con las sirenas de la sincronizada como protagonistas. La seleccionadora tenía planes: globalización, exhibiciones en el extranjero, en los Emiratos Árabes y otras tierras pujantes, en busca de recursos. Ideas, siempre, para crecer en un deporte que sin Tarrés se arriesga a frenar en seco, a 10 meses del Mundial de Barcelona.

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