miércoles, 26 de septiembre de 2012

La cara del deporte que no conocemos



Si algún rasgo distingue a Anna Tarrés es la ambición, llevada al límite tanto en el aspecto técnico, la preparación de las nadadoras, como en el deseo de capitalizar la gestión de la sincronizada en todos los aspectos. En la piscina, le condujo a unos métodos muy severos. Con independencia de la condena que merecen ciertas expresiones, hay que huir de planteamientos ingenuos y explicar con claridad qué supone la preparación de élite, donde se vomita a menudo y donde únicamente si se soporta en los entrenamientos podra afrontarse en la competición. Es duro, muy duro, pero es la realidad.

 La actividad deportiva es terapéutica, pero el deporte de alto nivel, profesional, es traumático, en lo físico y en lo psicológico, por lo que es necesaria ayuda en todos los órdenes. Ello no justifica las supuestas palabras de la entrenadora a Ana Violán, de 14 años, pero hay que analizar el contexto en el que se produjeron. Era una menor, es cierto, como los pilotos de motociclismo que conducen a más de 200 kilómetros por hora en un circuito sin edad para tener el carnet. Corresponde a los padres, pues, un grado importante de responsabilidad, porque si autorizan a un hijo a entrar en un grupo de élite, será uno más, y vomitará. A los técnicos, por su parte, hay que exigirles que no vomiten ciertas cosas, especialmente si perciben dinero público, como Anna. A todos los demás, no construir una teoría con una sola expresión. Ya tuvimos bastante en este país con un «negro de mierda» y su eco. 

El desencadenante del caso Tarrés, sin embargo, puede estar más relacionado con la relación de la entrenadora con la Federación que con sus nadadoras. ¿Si actuó de esa forma siempre, por qué no la destituyeron antes? Paola Tirados, que formó parte del dúo junto a Gemma Mengual, ya realizó denuncias contra la seleccionadora, aunque sus quejas tenían más que ver inicialmente con cuestiones económicas, supuestas prebendas en el reparto del dinero. 

Tarrés no es una entrenadora fácil, en absoluto, y eso lo había podido comprobar Fernando Carpena desde su llegada a la Federación. Solicitaba constantemente más medios. Los exigía. Había llegado a utilizar como canalizador de sus demandas a Alejandro Blanco, pero el presidente del Comité Olímpico Español, que había ocupado el mismo puesto que Carpena, pero en el judo, era partidario de respetar la autonomía federativa. La seleccionadora se movió, buscó recursos por su cuenta, organizó una gala previa a los Juegos de Londres, en Barcelona, ajena a la Federación, y se puso en manos de un agente, que pretendía dar al equipo de sincrionizada una dimensión más profesional, con propuestas de galas en Emiratos Árabes. La sincro no sólo era su deporte y su equipo, era su empresa. 

Había sido advertida del riesgo, pero no creía que Carpena fuera capaz de no renovar su contrato tras el éxito de Londres y a un año del Mundial, en Barcelona. Casada con Santiago Siquier, miembro de CiU y con cargo en la secretaría de Deportes de la Generalitat, Tarrés encontró cobertura en los medios catalanes tras la decisión de un presidente madrileño, procedente del Canoe. La carta de las 15 nadadoras, algunas catalanas, da cobertura a Carpena y obliga a la entrenadora, asesorada por un abogado, a una réplica clara, sin colores y sin vómitos

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que es cierto que la destitución no tiene nada que ver con la denuncia de las nadadoras, porque las había desde antes, al menos desde 2009 y es fácil encontrar un montón de noticias, videos, comentarios en blogs, etc., de ellas antes de que todo esto estallara. Es decir, la federación ni hizo caso entonces ni lo está haciendo ahora. Probablemente se deba más al tema económico que comentas. Eso quiere decir que sea creía un dios dentro y fuera de la piscina, se creía la natación sincronizada rediviva en sí misma, que sin ella no se podría hacer nada y que tenía patente de corso para saltarse a la Federación y a lo que fuera. Así que más creidibilidad me da a que se propasara verbalmente con sus pupilas con la impunidad del que sabe jamás le va a pasar nada.

Dicho esto, me parece repugnante que se diga que la élite tiene estas cosas. Creo sinceramente que entre "repítelo otra vez" y "repítelo otra vez, zorra" (expresiones que no se han dicho, son ejemplos) no está una medalla de oro. Y lo mismo lo del contexto, no se me ocurre contexto ninguno en el que las frases que se han dicho sean admisibles.

Y aunque los insultos y vejaciones gratuitas fueran imprescindibles para ganar, lo cual de por sí ya va contra el espíritu olímpico hasta el punto de que si ella los hiciera en público durante una competición sería sancionada como ha pasado en otras disciplinas, no justifica luego el arrebatar medallas, quitar méritos, etc. ¿Ahí también era por razones de entrenamiento? No, porque ya habían ganado, era por la humillación pura y dura.

Creo que no se puede defender lo indefendible. De acuerdo, no todo el mundo vale para la élite, pero tampoco todo el mundo para ser entrenador. Para mí está muy claro que la que no soportaba bien la presión era la entrenadora.

27 de septiembre de 2012, 10:11

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