martes, 18 de septiembre de 2012

Ya hace diez años de la última Champions que ganó el Madrid



La Champions League toca a la ventana de este Real Madrid convulsa, zarandeado por sorpresa en la Liga, pero con un hormigueo especial cuando suena el himno de la máxima competición. Diez años después de ganar la novena Copa de Europa, el equipo blanco retoma el viaje que más gloria dio a su escudo y que más dolor también causó recientemente. Derrotado en semifinales en las dos últimas campañas, aquellos penaltis de mayo ante el Bayern de Múnich todavía escuecen en la institución. Era el momento para asaltar el trofeo más sexy de todos, y se escurrió entre los dedos. Así es el torneo de los campeones, traicionero. 

No entiende la Champions de jerarquías ni de ansiedades. De hecho, casi siempre los que con más ahinco la buscan suelen ahogarse en la orilla. Ningún club que acogía la final en su estadio se hizo con ella nunca ni tampoco la ganó nadie dos veces seguidas en los últimos 20 años. Los favoritos suelen terminar magullados, excepto casos puntuales. Cumplió con su papel el Barcelona recientemente, no sin llevarse alguna cornada de por medio (el Inter en 2010 y el Chelsea el pasado curso), y también el Madrid en su última conquista. En 2002, en el celebrado centenario del equipo blanco, la Champions se convirtió en cita capital y tuvo que rescatar del cielo un balón Zinedine Zidane para cuadrar la historia. 

Ahora, una década después, y tras haber cumplido en los últimos tiempos con las obligaciones domésticas (Copa en 2011 y Liga en 2012), el proyecto de José Mourinho se ve empujado a brillar finalmente en la travesía continental. El club, por prestigio, busca pisar la final del próximo 25 mayo en Wembley tras haber quedado a las puertas en sus dos últimas intentonas, ante el Barcelona y el Bayern. Desde el club se intenta suavizar esta bella obsesión, a pesar de que en todos los ámbitos, desde las oficinas al vestuario, se echa mucho de menos el abrazo a la gran ánfora plateada. El objetivo ya está marcado, a pesar de las dificultades del mismo, sujeto siempre a detalles (penaltis, tarjetas, lesiones...) sobre todo en los capitulos definitivos. Aunque para el Real Madrid esta vez, las aristas comienzan desde el principio. 

Los hombres de Mourinho llegan al difícil estreno de la Champions en mitad de una grave crisis de resultados, con una bajada alarmante de tensión y las dudas desatadas sobre una plantilla despistada. Así lo denunció el entrenador tras caer en Sevilla, una crítica (la de las «cabezas comprometidas») que ya antes del partido del Pizjuán había comunicado directamente a la cara de los jugadores. Eso sí, el portugués ayer matizó su discurso para colocarse él en el centro del debate. «Pienso que no han quedado dudas, considero que el culpable soy yo. En mis equipos cuando ganamos, ganamos todos, y cuando perdemos el primer responsable soy yo. Si existen dudas, que terminen ahora», reclamó, antes de afirmar que su relación con la plantilla «no puede ser mejor». 

Mourinho recordó a los suyos que ante sus ojos tiene la misma trascendencia un choque liguero como uno con mejor cartel como el de esta noche (20.45 h. TVE1), ante el City. Además pidió total atención a sus chicos porque en esta durísima liguilla previa los tropezones pueden ser fatales: «Todos tienen que priorizar sus cosas, y colocarlas en su lugar oportuno, tanto en la vida privada como en lo profesional».

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