Stoner se retira
Es un tipo diferente, posiblemente la personalidad más compleja y contestataria del Mundial de motociclismo. Es como si a él, que nadie le regaló nunca nada, le hubiera bastado con alcanzar el cielo por dos veces, por si había algo que demostrar y, con las mismas, en el momento cumbre, hacer las maletas y volver a casa. Es Casey Stoner, quien hoy disputa la última carrera de su vida (de momento). Se va y lo hace deseándolo. Tanto que rechazó una oferta mareante de Honda para seguir, 11 millones de euros (el sueldo más alto de la parrilla) sólo por 2013.
«No siento nada especial», reafirmaba el jueves con Adriana mirando desde un asiento de prensa. Ella, su mujer, y su hija de nueve meses Alessandra, son el detonante de algo que se veía venir. Cuentan que el australiano no soporta la relación con la prensa, ni los actos publicitarios ni los abucheos del público. «Ama la moto, pero no tanto este mundo», cuenta Jorge Lorenzo desde el respeto que le produce un tipo que siempre le apoyó cuando hubo que promover algo.
Tal vez el porqué de la rebeldía del doble campeón del mundo haya que buscarlo en los orígenes. Humildes, casi míseros. Casey, formado en el dirk track, escapó siendo niño de Australia para dar rienda suelta a su talento sobre la moto. Su competitividad y precocidad le estaban cerrando puertas. «Tuve que emigrar para poder tener una posibilidad de competir», afirmaba hace poco. Allí quedaron los más de mil trofeos conseguidos, arruinados por las termitas, aunque la familia conserva la foto con todos ellos con la que engatusaban a los patrocinadores.
Vendieron lo que tenían y en 2000 aterrizaron en Inglaterra. Esto es lo que contaba hace unos meses Ian Newton, ex piloto que echó una mano a los Stoner. «Cuando llegaron eran gitanos, no tenían ni un orinal. Me dijeron que no tenían un sitio fijo donde vivir, por eso les dije que si querían podían aparcar su caravana en mi jardín», relata, y detalla anécdotas escalofriantes: «A veces Casey se quedaba en nuestra habitación de invitados. Cuando no dormía en casa, a las siete de la mañana ya estaba esperando en la puerta para entrar a desayunar. La primera vez que entró, le dije que mirara en el cajón porque teníamos todos los cereales del mundo. Así que empezó a mirar y se tomó su tiempo… Y le pregunté por qué miraba tanto. Estaba mirando las fechas de caducidad para coger los más viejos. Pensé en lo dura que habría sido su infancia… No elegía los cereales que le gustaban más, sino los que antes iban a caducar».
Pero aquel chiquillo rubio y dentudo no tardó en triunfar. «Una de las razones por las que Casey es tan bueno es porque siempre ha pilotado chatarra. Por eso pienso que cuando la moto no está a punto, él puede compensarlo más que los demás», sigue Newton. Al poco emergió en el Campeonato de España y en 2001 ya disputó dos carreras del Mundial de 125cc. Precisamente en Valencia, donde hoy se despide, llegó su primera victoria, en 2003. Pese a su propensión inicial a besar demasiado el asfalto, en 2005 ya fue subcampeón del mundo de 250cc (por detrás de Pedrosa) y en 2006 dio el salto a MotoGP. Un año después asombró domando la Ducati y ganando su primer Mundial. Repetiría el curso pasado, ya con Honda.
En total, 45 triunfos (43 poles), 38 en la máxima categoría, el último, hace dos semanas en casa, su sexto consecutivo en Phillip Island, todo un récord. La espina, para él, no haber podido luchar por la corona en su campaña de despedida. Una caída en Indianápolis, por la que se destrozó el tobillo y tuvo que pasar por el quirófano, le hizo ausentarse de varias carreras y decir adiós a sus opciones ante la pujanza de Lorenzo y Pedrosa. Para hoy (partirá tercero, la pole fue para Pedrosa, que pulverizó el récord de Rossi de 2006) tampoco espera demasiado. Como era el último Gran Premio, no se iba a morder la lengua. «La calificación no ha ido como esperábamos y ha sido un entrenamiento bastante frustrante», afirmaba, para añadir: «Con el nuevo asfalto esperábamos que el circuito estuviera mucho mejor, pero por el contrario, hay muchos baches» (sobre la nueva cara del Ricardo Tormo).
«Es respetable, pero no lo entiendo», proclama Ángel Nieto sobre el para muchos piloto más espectacular del momento. Sí lo comprende Lorenzo, aunque él no va a echar de menos a uno de sus grandes rivales. «Es verdad que me pilló por sorpresa, como a toda la gente del paddock que escuchó la noticia en Le Mans. Pero entiendo que lleva desde los 15 años dando vueltas por el mundo y no es lo mismo hacerlo de relax, de vacaciones, que con la presión de ser piloto. Después ha sido padre de una niña, tiene una familia y es un deporte de riesgo… Todo eso sumado y también que no es un piloto que ame las conferencias de prensa, los eventos… ha hecho que diga basta», justifica el balear. Precisamente en Francia ya atizó a la organización del campeonato, a la que ha seguido culpando de su falta de motivación: «Las carreras son aburridas. Este no es el Mundial del que me enamoré».
A partir de mañana, a Stoner le espera su finca de Southport y su gran afición, la pesca. Desde su barca, varado en el lago, alejado del ruido, recapacitará de lo ocurrido y, tal vez, como aseguran los más optimistas, algún día regrese para deleitar con sus inigualables derrapadas.
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